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Las sotanas sucias se lavan en casa

 

Caso Karadima abre secretos que la Iglesia Católica mantiene en silencio.

El caso Karadima ha sido un dolor de cabeza para la curia chilena, silencios, opiniones, defensas, acusaciones, todos se han pasado la pelota para volver a callar a la espera de “que la justicia actúe”. Lo cierto es que aún hay otros muchos casos que el mismo Cardenal Errázuriz ha silenciado. La Iglesia Católica ha ido retrocediendo en su forma de actuar, llegando al oscurantismo, sin importar las víctimas que esta actitud ha dejado en el camino.

Fernando Karadima (en la fotografía) nació en 1930 y 28 años después se ordenó diocesano. Sin embargo, en plena adolescencia, a los 15 años, sintió la urgencia de un guía espiritual, apoyo que encontró en quien sería su inspirador en la fe, el padre Alberto Hurtado (S. J.), a quien conociera en el colegio San Ignacio, de Santiago (Alonso Ovalle). De hecho, fue éste quien acogió a Karadima, convirtiéndose en el mentor de aquel joven para que alcanzara el sacerdocio.

Todo hacía presumir que dado el cultivo de un perfil bajo y dedicación a las tareas religiosas, Karadima terminaría con su trabajo pastoral de una manera intachable.

Sin embargo, muchos años después, el 21 de abril de 2010, estalla una nueva bomba en el Arzobispado de Santiago, que deja a Fernando Karadima en condiciones complejas y a las máximas autoridades eclesiásticas sumidas en el escándalo y el silencio.

Se hizo la luz de los abusos

Un matutino de circulación nacional abrió la puerta para entrar en un laberinto que parecía no tener salida. Salen a la luz pública acusaciones en contra del párroco Fernando Karadima, por abuso sexual en contra de cuatro ex integrantes del sacerdocio que se alejaron de la iglesia y, en especial, del párroco cuando comprendieron que se encontraban dentro de una realidad confusa, desorientada y abusiva.

José Murillo, James Hamilton, Fernando Batlle y Juan Carlos Cruz, iniciaron un camino de sanación al revelar los abusos sexuales a los que fueron sometidos durante años por el ahora ex párroco de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de El Bosque y hacerlos públicos, contando detalles de cómo el párroco los hacía presa de sus inclinaciones sexuales; iniciando un proceso judicial, en el Décimo Juzgado del Crimen de Santiago.

Paralelamente, se iniciaba un juicio canónico en el Vaticano, desde donde solicitaron todos los antecedentes al abogado defensor del sacerdote Karadima, Juan Pablo Bulnes. Así la investigación de las denuncias se divide y arraiga en dos lugares, una en un juzgado criminal en Santiago y otra en el Vaticano, a cargo de la Congregación para la Doctrina de la Fe, una de las más antiguas de las nueve congregaciones de la curia romana, y que se encuentra a cargo del teólogo conservador William Joseph Levada, cardenal estadounidense, quien dirige esta instancia desde el año 2005, cuando reemplazó al actual Papa, Joseph Ratzinger.

En 2001, el Papa Juan Pablo II, después de la ola de denuncias de abusos sexuales donde se encontraban involucrados integrantes del purpurado internacional, decidió que todos los delitos relacionados con menores abusados sexualmente quedaran en manos de esta jurisdicción; antes de ello, los casos eran revisados por los obispos locales.

Al momento de que el promotor de justicia, Fermin Donoso, recibió la investigación por las denuncias que vinculaban al ex párroco de la iglesia de El Bosque, el Cardenal Errázuriz emitió rápidamente un expediente con al menos 700 páginas. Con estos antecedentes, se iniciaba un proceso penal administrativo en contra de Karadima, acusado por los cuatro hombres antes señalados por abuso sexual desde cuando eran menores de edad.

Karadima complicado desde 2004

El bullado caso Karadima, se dio a la luz pública sólo este año, pero la investigación interna de las acciones del sacerdote vienen desde mayo de 2004, año en que el sacerdote Eliseo Escudero comenzó a investigar los abusos sexuales de los que se acusa al sacerdote por orden del Arzobispo de Santiago, Francisco Javier Errázuriz, y continuó con el caso hasta 2006 cuando terminó su periodo como promotor.

Escudero argumenta que hizo todo lo que estaba en su poder y “quienes debieron hacer el resto no lo hicieron”. Otro sacerdote que está en antecedentes del juicio canónico que se lleva en contra de Karadima, quien solicita mantener el anonimato, sostiene que “el Cardenal Errázuriz tenía en sus manos los antecedentes desde el año 2003”, por lo que no se explica los retrasos.

Eliseo Escudero fue mucho más enfático y afirmó que si en este caso hubo abandono u omisión no es por su responsabilidad pues él cumplió paso a paso con cada tarea que se le encomendó. El sacerdote y primer presidente del Tribunal Eclesiástico de Santiago, afirma que desde su primera diligencia hasta la última, justo antes de dejar el cargo, tomó el caso con la seriedad que se merecía. “Todas las veces hice mi informe, incluyendo algo que ni siquiera estaba en mis atribuciones: Explicitar mi parecer, porque se hacía más fácil juzgar por una lectura que lo que me tocaba presenciar con las víctimas”, afirma.

Con los antecedentes entregados a la policía y al tribunal, donde al menos 20 personas dijeron ser víctimas del ex párroco, la justicia -el 18 de noviembre- por medio del juez del 10° Juzgado del Crimen, Leonardo Valdivieso, cerró el sumario en la investigación, sin procesar a nadie.

Ni los relatos de los demandantes sirvieron para que se llegara a una definición que dejara a Fernando Karadima procesado por abuso sexual; tampoco sirvió el testimonio de la empleada de la casa y de otros cercanos al párroco a quienes, supuestamente, Karadima habría dado dinero para que guardaran silencio.

De hecho, el mismo presbítero Escudero recomendó en sus informes que Karadima fuera alejado del cargo antes de iniciar una auditoría por los dineros que el sacerdote investigado habría utilizado de manera dudosa.

Proceso canónico

Juan Pablo Bulnes, abogado de Karadima -quien lo representa en el proceso canónico ante la Santa Sede-, asegura que están “tranquilos esperando la decisión que adoptará el Vaticano”, por medio de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

El jurista afirma que han aportado todas las pruebas y antecedentes necesarios “para que sea absuelto y declarado inocente”.

La Iglesia es la encargada de disponer qué sucederá con el sacerdote. Podría pronunciarse por un retiro, debido a la edad de Karadima (cumplió 80 años en agosto) lo que significaría que seguiría como sacerdote pero alejado de sus funciones y también retirado del cargo que ostentaba hasta antes de las denuncias que lo llevaron a tribunales chilenos.

“El padre está bien, enfatiza Bulnes, se encuentra un poco reconfortado, pues ya dos jueces se han pronunciado en su favor, así como un fiscal y la Policía de Investigaciones (PDI); sin embargo, está dolorido por las acusaciones que ha tenido que enfrentar. Hay que considerar que es una persona ya mayor y tiene los achaques propios de la edad. Encima de eso, una operación al corazón, por lo que la tristeza está presente pero está seguro que “Dios le ayudará a salir bien de todo esto”.

Ante el proceso que se lleva en el 10° juzgado del crimen, otro de sus abogados, Cristian Muga, asegura que “ya está en etapa final, y no queremos avanzar ni aventurarnos en opiniones. Pero en lo que se refiere al juicio penal, estamos a la espera de una sentencia definitoria, tranquilos y expectantes, pues no hubo pruebas que dieran cuenta de la veracidad de las acusaciones. Éstas son más alentadas por la prensa que lo que en realidad existía”.

Fue infructuoso el intento de comunicarse con el abogado Juan Pablo Hermosilla, representante de los denunciantes José Murillo, James Hamilton, Fernando Batlle y Juan Carlos Cruz. Lo último que anunciaron es que no apelarán al fallo, pues –según Hamilton- “está claro que hay un poder dentro de la Iglesia que tiene comiendo de la mano a los tribunales de Justicia”.

Otros casos de abuso: el hilo se corta por lo más delgado

El caso Karadima es sólo uno más de los casos que ha causado impacto en la sociedad y en el mundo eclesiástico. Pero, hay otros hechos que involucran a altos misioneros de la Fe en situaciones de abuso sexual que han ido quedando enterrados por el olvido que ha fomentado, precisamente, el jerarca nacional, cardenal Francisco Javier Errázuriz.

José Andrés Aguirre Ovalle, conocido como “cura Tato”, en 2003 fue condenado a 12 años de presidio y a pagar una indemnización de $50 millones de pesos a cada una de las víctimas, dejando a la Iglesia Católica como deudora solidaria. La curia no intervino en el fallo que dejaba al ex sacerdote tras las rejas y se negó a cancelar la suma establecida por el tribunal.

Hoy, Aguirre Ovalle, aún se encuentra cumpliendo condena, con una enfermedad degenerativa. Que el hilo se corta por lo más delgado ha quedado demostrado.

Un amigo del ex sacerdote, quien hasta la actualidad lo visita, asegura que Aguirre está tranquilo, no sin tristeza. “Él sabe que lo que hizo no está bien y que debe pagar por sus actos”. Sin embargo, el amigo del “cura Tato” dice estar perplejo con todo lo que sucede al interior de la Iglesia y cómo actúa de distinto respecto a los mismos delitos: “Encubre a algunos y envía al infierno a otros. Si Aguirre está pagando ¿Por qué el resto no? ¿Quién tiene el poder de ayudar a que algunos queden impunes ante situaciones iguales o peores? ¿Quién teje o deja tejer redes de apoyo ante hechos que vulneran la integridad de las personas que necesitan justicia? Lo más probable que al desclasificar historias encubiertas por la Iglesia, la sorpresa sería mayúscula. Los secretos que mantienen los más poderosos dentro de la iglesia es aberrante”, asegura.

La justicia es ciega… Con los curas

Dentro del clero se tejen muchas historias que, a la luz de los hechos, el Cardenal ha sabido mantener en secreto. Sin embargo, no es el único que ha mantenido bajo llave situaciones que afectarían la imagen de la Iglesia que encabeza. Sus vínculos han sido estrechos con personajes como el hoy cuestionado sacerdote Soiza-Piñeyro, quien el 7 de mayo pasado, también fue acusado de abusos sexuales.

La denuncia, que cayó en manos del fiscal Xavier Armendáriz, se basó en el testimonio de un hombre de 41 años, quien denunció que fue abusado por el presbítero argentino Alfredo Soiza-Piñeyro. El denunciante, un psicólogo que compartió con el presbítero entre 1982 y 1987 cuando se desempeñaba en la Vicaría de la Zona Oriente de Santiago, perdió fuerza al quedar prescrito por los años que pasaron antes de la denuncia, no obstante, en la declaración del denunciante quedó estampado el nombre de un joven de 19 años, quien -supuestamente- vivió la misma experiencia durante el año 2005.

Mientras, la prensa daba vueltas recabando más información, la Iglesia aclaraba dos aspectos sobre el secerdote Soiza-Piñeyro. Primero, que ya no desempeña el cargo de delegado episcopal para el diálogo ecuménico, y segundo, que no existe ninguna denuncia formal en su contra.

El procedimiento indica que la propia víctima debe presentar la acusación, con un notario eclesiástico de testigo. No obstante, la denuncia se formalizó y el denunciante prestó declaraciones. La acusación con la información que recorre los pasillos de tribunales y de la misma iglesia de la que fue alejado por las acusaciones, Soiza-Piñeyro, según cercanos a la Iglesia Católica -por ahora- sólo oficiaría misas en forma privada. Aunque los lazos del cura con hechos de abuso sexual se extienden hasta el sur.

El diácono de Chiloé

José Miguel Narváez Valenzuela, fue imputado en 2007 como autor del delito de abuso sexual contra un menor de edad. Pero los hechos por los cuales fue acusado el diácono se remontan al año 2004, cuando un joven –en ese entonces de 16 años- ingresó al Obispado de Ancud, lugar donde residía Narváez.

El menor declaró que el diácono solicitó la asistencia del joven debido a “un dolor muscular que requería un masaje” y el demandante ingresó al dormitorio del diácono. El joven reconoció que ambos mantenían una amistad emergente, ya que se veían en las actividades pastorales que Narváez desarrollaba en Achao y Ancud. Para la Fiscalía, esta relación de predominancia, es decir, un grado de jerarquía entre el joven y el Diácono, quien además era profesor en el colegio donde estudiaba el menor, habría propiciado que al adulto le fuera fácil abusar sexualmente del adolescente.

“Comenzó a tocarme, estaba tendido frente a mí, me decía que me quería mucho, me tocaba el pecho. Después me sacó la polera, me sacó el cinturón y me bajó el pantalón. Luego, comenzó a tocarme el pene y a masturbarme. Así estuvo unos cinco minutos. Después se desvistió completamente y comenzó también a masturbarse. Intentó besarme pero no lo dejé. Luego fue al baño, aproveché de vestirme y regresó fumándose un cigarro”, contó el joven a la Fiscalía en un testimonio captado durante la audiencia de formalización de cargos contra el religioso, que se dio justo un año después de ocurridos los hechos: El 5 de diciembre de 2005.

Igualmente, dos testigos que conocían este hecho declararon ante el Ministerio Público. Fue el propio diácono quien le había contado a uno de ellos lo que ocurrió en su pieza, aquel 5 de diciembre de 2004, e insistió en que “Si esto se sabe, mi carrera se termina”. Pero fue tarde, pues el caso había llegado a oídos de la Oficina de Protección de Derechos (OPD) de Castro. Las versiones, tanto de la supuesta víctima como del imputado, coincidieron.

La sentencia fue determinante, aunque no lo suficientemente castigadora para el delito confirmado. Aunque la Fiscalía pedía 5 años de presidio, Narváez sólo fue condenado a 3, la que ya cumplió y ahora se encuentra en libertad.

¿Qué une a Narváez con Soiza-Piñeyro?

José Miguel Narváez alcanzó a durar 28 días como Diácono y entró a la cárcel. Antes de ser ungido como diácono, éste oficiaba de sacristán para Soiza-Piñeyro en la misa de los domingos, en Santiago.

Cuando la denuncia del joven en Ancud toma cuerpo y fuerza, Narváez comenzó a ver la situación con mayor complejidad y cuando ya fue sentenciado, tomó contacto con la alta jerarquía de la Iglesia solicitándoles que le compraran una casa a su madre en Chiloé, para que ella lo pudiera visitar; de lo contrario, cuenta un amigo cercano de Narváez, él contaría todas las cosas que sabía de la Iglesia y del mismo Soiza-Pïñeyro.

Con la presión y la posibilidad de que todo fuera descubierto y de que la prensa ingresara en la búsqueda de más información que lo dejara en mala posición frente a sus superiores, Soiza-Piñeyro atentó contra su vida.

Todos estos antecedentes obraban en manos del Cardenal Errázuriz, pero imperó el silencio para bajar el perfil de todos estos hechos, y todo quedó en reserva y en la impunidad.

Hay indicios de que el Cardenal y su círculo más cercano mantienen más secretos, así también queda denunciado en el libro La Verdad del caso Spiniak. El sabor de la impunidad, en el capítulo denominado “Los secretos del Cardenal” -de autoría de la periodista que escribe este reportaje- se dan a conocer las razones que ha tenido el Arzobispo Francisco Javier Errázuriz para actuar tan negligente e indolentemente en los distintos casos relacionados con abuso sexual de clérigos contra menores.

¿Qué oculta, entonces, la máxima autoridad católica en Chile que hace que las víctimas se rindan ante una lucha legítima y se conformen con la espera de la justicia divina?

Por Claudia Molina B.
Fotografías: latercera.com/politicarock.cl
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