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Rio+20 o la capoeira multinacional

 

La cumbre de Rio+20 cumplió con todas las expectativas. Es decir, ninguna.

Fue la continuación natural de lo vivido en las negociaciones internacionales sobre cambio climático y biodiversidad, caracterizadas por la ausencia de acuerdos vinculantes que permitan enfrentar de manera decidida las crisis ambientales generadas por las potencias industriales y sufridas por los países del Sur global y la inclinación por instrumentos de gestión orientados a satisfacer intereses corporativos.

Continuó así la capoeira (danza-lucha de origen brasileño) entre los gobiernos de las potencias del G8 y las emergentes (China, Brasil, India, Sudáfrica), al ritmo de los tambores de las multinacionales, y mientras los países más pobres se resignan a mirar, con la esperanza de que les caiga una moneda de limosna.

La danza es por mantener un modelo de desarrollo basado en el crecimiento económico y el extractivismo. La lucha es entre mantener la hegemonía en el norte o desplazarla parcialmente hacia el sur. Pero nada de modificar los patrones de desarrollo que han llevado a la crisis.

Incluso países -como Bolivia y Ecuador- que desde hace unos años habían dado señales de orientar sus sistemas político-económicos en una dirección distinta, digamos, más sustentable, aunque sin expectativa de jugar algún rol protagónico, se suman hoy a la danza desarrollista, quizás con un toque más estatal. Ambos países, más su socio mayor, Venezuela, son los únicos que expresaron su reserva frente al documento final acordado en Rio+20, llamado “El futuro que queremos” (el que ellos quieren, claro).

El documento reconoce las múltiples crisis, pero nada dice sobre sus causas de fondo ni sobre los factores sistémicos que las provocan. En cambio, reitera la necesidad del crecimiento económico sostenido (no sustentable) e insiste en la utilización -ahora más- extensiva de criterios y mecanismos mercantilistas para enfrentar la pobreza y, al mismo tiempo, -¡oh, bendito mercado!- cuidar y reparar el medio ambiente y los ecosistemas dañados, bajo el concepto de la compra y venta de servicios ambientales (por cierto, prestados gratuitamente por la madre Naturaleza), como la biodiversidad, la calidad y disponibilidad de agua, e incluso los conocimientos ancestrales de los pueblos indígenas.

Asimismo, aunque no establece compromisos u obligaciones para la transferencia financiera y tecnológica a los países del sur,  el texto acordado plantea condicionalidades asociadas a la implementación en esos países de las mismas fórmulas mercantilistas (“no vayan a bailar otro ritmo, la música la pongo yo”), asignando un importante rol al sector privado en su ejecución.

Al otro lado del Río, los pueblos.

La sociedad civil, por su parte, daba muestras de madurez y unidad, en una enorme diversidad, y se reunía desde el 15 hasta el 22 de junio, por miles y miles, en el Aterro (relleno) de Flamengo, un gran parque público al costado de la céntrica (y contaminada) playa del mismo nombre.

La Cumbre de los Pueblos, contraparte ciudadana de Rio+20, se desarrolló como cúspide de un proceso de debate interno y posicionamiento político  iniciado un año y medio antes en el seno de la sociedad civil brasileña y las redes y movimientos internacionales.

En su documento de posición titulado “Lo que está en juego en Rio+20”, del 15 de mayo, el grupo de articulación internacional de la Cumbre de los Pueblos, decía: “La “economía verde” (...) es otra fase del proceso de acumulación capitalista. Nada en la “economía verde” cuestiona o sustituye la economía basada en el extractivismo y los combustibles fósiles, ni sus patrones de consumo y producción industrial, sino que extiende la economía explotadora de la gente y el ambiente a nuevos ámbitos, alimentando el mito de que es posible un crecimiento económico infinito.”

Aunque existió una gran cantidad de espacios y actividades auto-gestionadas por las redes y organizaciones individuales o agrupadas, las instancias principales (a las que dichas actividades se esperaba que aportaran insumos) consistieron en cinco Plenarias de Convergencia, abiertas a todo el público y donde, en un gran esfuerzo metodológico, abordamos simultáneamente temáticas diversas pero interrelacionadas: Derechos, por la justicia social y ambiental; Defensa de los bienes comunes, contra la mercantilización de la naturaleza; Soberanía alimentaria; Energía e industrias extractivas; y Trabajo: por otra economía y nuevos paradigmas de sociedad.

Las Plenarias trabajaron en tres sesiones, para debatir y construir consensos sobre las Causas estructurales de las crisis y las falsas soluciones; Las soluciones alternativas de los pueblos; y una Agenda común de campañas y movilizaciones.

En este sentido, la Cumbre de los Pueblos representa un salto cualitativo en relación a los Foros Sociales Mundiales que la precedieron, que se habían convertido gradualmente en enormes ferias de ideas, propuestas y posiciones políticas, con espacios segregados y dispersos y limitadas instancias para la confrontación de ideas y la construcción colectiva.

Esta “fiesta de los pueblos” contó con muchas movilizaciones en las calles de Río, que el 20 de junio vio marchar bajo la lluvia a 80 mil personas, campesinos, trabajadores, indígenas, recicladores urbanos, estudiantes, activistas ambientales, gremios, agrupaciones profesionales y miles de ciudadanas y ciudadanos que reclamaban sus demandas por una sociedad más justa, que viva en armonía y en equilibrio con la naturaleza.

Paradigmáticamente, mientras el 21 de junio en la Asamblea de los Pueblos denunciábamos la cooptación corporativa de los gobiernos y las Naciones Unidas, en Asunción se quebraba la frágil democracia de Paraguay, país hermano disputado por el dominante Estados Unidos y la emergente potencia brasileña. La trama, que derivaba en un juicio político y la destitución del presidente Lugo,  incluye una matanza propiciada desde la agroindustria multinacional, en su afán por extender su poder político y económico.

Algunos párrafos de la Declaración Final de la Cumbre de los Pueblos:

“Hace veinte años el Forum Global, también realizado en el Aterro do Flamengo, denunció los riesgos que corrían la humanidad y la naturaleza con la privatización y el neoliberalismo. Hoy afirmamos que, además de confirmar nuestro análisis, ocurrieron retrocesos significativos en relación con los derechos humanos ya reconocidos. La Río+20 repite el fallido itinerario de falsas soluciones defendidas por los mismos actores que provocaron la crisis global. A medida que esa crisis se profundiza, más avanzan las corporaciones contra los derechos de los pueblos, la democracia y la naturaleza, secuestrando los bienes comunes de la humanidad para salvar al sistema económico-financiero.”

“Las alternativas están en nuestros pueblos, nuestra historia, nuestras costumbres, conocimientos, prácticas y sistemas productivos, que debemos mantener, revalorizar y ganar en escala como proyecto contrahegemónico y transformador.”

“La defensa de los bienes comunes pasa por la garantía de una serie de derechos humanos y de la naturaleza, por la solidaridad y respeto a las cosmovisiones y creencias de los diferentes pueblos, como, por ejemplo, la defensa del "Buen Vivir” como forma de existir en armonía con la naturaleza, lo que presupone una transición justa, a ser construida con los/las trabajadores/as y los pueblos.”

“La transformación social exige convergencias de acciones, articulaciones y agendas a partir de las resistencias y alternativas contrahegemónicas al sistema capitalista que están en curso en todos los rincones del planeta.” (e identifica los diversos ejes de lucha identificados)

Esta declaración y las síntesis de las cinco plenarias son los resultados explícitos de la Cumbre de los Pueblos, que traemos en el regreso a nuestros países junto a cientos de vivencias de solidaridad y fraternidad de compañeros y compañeras de todo el mundo, especialmente América Latina, de comunidades afectadas del Brasil y de la maravillosa población carioca.

Traemos también el compromiso de continuar las luchas y construir los paradigmas sociales, las economías y las tecnologías alternativas para una sociedad más justa y cariñosa, con la humanidad y la Madre Tierra.

- Eduardo Giesen, para http://eldesconcierto.cl/llegamos_a_las_calles/

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