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Mensaje del Cardenal Peter Turkson en el II Encuentro Mundial de Movimientos Populares

 

En esta óptica hay que leer el fuerte mensaje del Cardenal Peter K.A. Turkson, Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz (Vaticano) que aquí difundo en exclusiva mundial.

En particular es muy contundente el desafío político y cristiano de los movimientos populares en clave contra-hegemónica que rescata el representante del Vaticano afirmando que "Los pobres, los campesinos, los pueblos indígenas tienen sus propias formas de hacer política (organización comunitaria), desarrollar la economía (economía popular) y cuidar el ambiente (ecología popular). Son formas distintas a la hegemónica, y a veces no se comprenden con los parámetros de la racionalidad occidental. Hay que respetarlas e institucionalizarlas. La Iglesia reconoce, valora y promueve esas expresiones populares”.

Aquí siguiente se encuentra el texto integral.

 

"Gracias por la calurosa bienvenida recibida y, al mismo tiempo, les digo "Bienvenidos!” a todos ustedes en nombre de la Iglesia, a este segundo Encuentro Mundial de Movimientos Populares. Quisiera compartir con ustedes algunos pensamientos y reflexiones que puedan, ojalá, ayudarnos en los intercambios de estos días.

1. El mundo necesita avanzar en un proceso de cambio en defensa de la Tierra y la dignidad de las personas. Esta tarea no es exclusiva de los líderes religiosos, de los científicos, de los políticos o de los empresarios, sino de toda la humanidad. El grito, la queja, la protesta y la presión de los pobres son de vital importancia para que los poderosos del mundo comprendan que así no se puede seguir. La Iglesia quiere escuchar este grito y sumarse a él.

2. Los pobres se han organizado para resistir la exclusión social, la escandalosa desigualdad y la degradación de su ambiente. Así, han creado movimientos no solo para protestar contra la injusticia, sino para resolver con sus propias manos los problemas de acceso al Techo, la Tierra y el Trabajo que ni los Estados ni el Mercado resuelven. A pesar de la precariedad, son sembradores de la tierra, constructores de viviendas y creadores de trabajo. La Iglesia quiere unir sus manos en estos procesos y ayudarlos a que cada día sus cooperativas sociales, sus juntas vecinales, sus comunidades campesinas e indígenas se fortalezcan, para que puedan dar más y mejores condiciones para el desarrollo integral de los excluidos como personas, familias y pueblos.

3. La política no es tarea exclusiva de políticos profesionales (politicians), ni la economía de empresarios profesionales (businessmen); tampoco lo es la ecología de los académicos y activistas. Los pobres, los campesinos, los pueblos indígenas tienen sus propias formas de hacer política (organización comunitaria), desarrollar la economía (economía popular) y cuidar el ambiente (ecología popular). Son formas distintas a la hegemónica, y a veces no se comprenden con los parámetros de la racionalidad occidental. Hay que respetarlas e institucionalizarlas. La Iglesia reconoce, valora y promueve esas expresiones populares.

4. Los movimientos populares en general plantean un estilo de vida alternativo al que propone el sistema. Rechazan el consumismo, el despilfarro y el paradigma tecnocrático. Buscan formas comunitarias de organización del trabajo, de la tierra y de la vivienda. No quieren explotar ni ser explotados, excluir ni ser excluidos. Reivindican la solidaridad y la unidad como valores importantísimos. La Iglesia también quiere promover junto a ustedes nuevos estilos que pongan la dignidad de las personas por encima del consumo desenfrenados.

5. Los movimientos populares rechazan todas las formas de colonialismo y el saqueo de los llamados recursos naturales, mucho más cuando se hace a costa del ambiente. No quieren que se privatice el agua, ni el subsuelo ni el mar. No quieren que las corporaciones trasnacionales abusen de la tierra practicando, por ejemplo, la mega-minería contaminante, ni extracción petrolera por fractura hidráulica (fracking); ni que se use los transgénicos para exprimir al campesino o concentrar la tierra en pocas manos, ni que se destruya la pesca artesanal saqueando industrialmente la riqueza ictícola. Quieren reafirmar el destino universal de los bienes, comenzando con los que vienen de la creación. La Iglesia los acompaña en la preocupación y en sus luchas por los dones de la creación.

6. Los movimientos populares quieren la paz. No quieren que sus hijos se enfermen por la droga, ni que sus hijas sean sometidas a la trata de personas. No quieren ver a sus jóvenes morir en la violencia criminal. No quieren barrios contaminados por delitos ambientales. Para eso, comprobaron que la policía o los Estados no alcanzan. Aprendieron a fortalecer las defensas de sus derechos a través de la organización comunitaria. La Iglesia quiere fortalecer también las redes comunitarias para enfrentar el narcotráfico y el crimen organizado.

Frente a los desafíos que nos presenta la globalización y la indiferencia, el Evangelii Gaudium convoca tanto a la iglesia como al mundo entero a escuchar el clamor de justicia y a responder a este llamado con todas nuestras fuerzas (ver EG n 188), y la encíclica Laudato si’ reconoce el grito de los pobres y de la tierra:

"(…) No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza.” (LS n 139)

Ambos, tanto como Iglesia como sociedad, debemos aprender a incluir a los excluidos. Esto significa llegar hasta aquellos que se encuentran en la periferia y así recibir a los marginados como miembros absolutos de nuestras comunidades, economías y sociedades.

Este segundo Encuentro Mundial de Movimientos Populares promete ser un gran diálogo que perpetuará en el tiempo la comunicación, la cooperación y la coordinación entre los mismos movimientos de base y entre éstos y la iglesia en todos sus niveles.

Cristiano Morsolin
Adital

 

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