La reelección de Obama, que contó con el apoyo  discreto de la presidenta Dilma, es un alivio para el Brasil y para América  Latina. Mitt Romney (al que en mi intimidad llamo Mitt ‘Money’) representaría  el regreso de las políticas elitistas e intervencionistas de Reagan y de George  W. Bush. Y, con toda seguridad, una fuerte política económica proteccionista,  que afectaría las exportaciones brasileñas a los Estados Unidos.
        
      Obama tuvo el apoyo del 70% de los electores  de origen hispánico. Es verdad que en su primer mandato dejó de cumplir muchas  promesas que hiciera en la campaña anterior, como el cierre de la cárcel de  supuestos terroristas en la base naval de Guantánamo, en Cuba.
        
      Pero adoptó una política migratoria menos  hostil para con los extranjeros indocumentados que se encuentran en territorio  norteamericano. Aunque es verdad que muchos de ellos regresan a sus países de  origen debido a la crisis financiera iniciada en el 2008 y a la caída de la  oferta de puestos de trabajo en los Estados Unidos. Hoy día el 7.9% de la  población laboral de los EE.UU. se encuentra desempleada. Los EE.UU. necesitan  mano de obra barata en el sector servicios, y ¿dónde encontrarla fuera de  América Latina?
      
      El demócrata Obama, al contrario que el  republicano George W. Bush, nunca estuvo muy cercano al presidente Lula, a  pesar de considerarlo ‘colega’. Es más, desde el fin del mandato de Reagan, la  Casa Blanca no se muestra muy preocupada por América Latina. El país que le da  algún dolor de cabeza es la Venezuela de Chávez.
      
      Lula tuvo que calmar los arrestos bélicos de  George W. Bush para evitar una intervención en el país vecino. Aunque muchos no  simpaticen con Chávez, el hecho es que el resultado del juego democrático y la  mayoría pobre de Venezuela le apoya. Los EE.UU. están obligados a soportarlo  también por razones geoeconómicas: Venezuela es el segundo mayor exportador de  petróleo a la patria del Tío Sam. Debido a la proximidad geográfica, el  producto llega allí más barato que los barriles comprados a la lejana Arabia  Saudita.
        
      En lo tocante a los EE.UU. lo que le interesa  al Brasil son las relaciones comerciales. De enero a septiembre de este año las  exportaciones de nuestro país a los EE.UU. sumaron US $ 20.6 mil millones; y  las importaciones de productos norteamericanos al Brasil US $ 24 mil millones.
        
      La elección no cambió la composición del  Congreso norteamericano: los republicanos continuarán teniendo mayoría en la  Cámara y los demócratas en el Senado. Y es al Congreso a quien le incumben  las relaciones del comercio exterior.
        
      Hay muchos intereses brasileños en juego  cuando se trata de los EE.UU. La Fuerza Aérea de aquel país canceló  recientemente la compra de 20 aviones Super Tucano, fabricados por Embraer,  debido a las presiones de la compañía norteamericana Hawker Beechraft. Aunque  está prevista una nueva licitación y puede ser renovado el pedido. La Boeing,  por su parte, está interesada en vender al Brasil aviones cazas. Casi un 10% de  las exportaciones brasileñas a los EE.UU. son beneficiadas por el Sistema  General de Preferencias (SGP), que establece tarifa cero a nuestros productos  que llegan a aquel país. Se prevé una revisión del SGP y el Brasil está  amenazado con la exclusión.
        
      El próximo año debe votarse la “Farm Bill”,  que incluye subsidios al algodón producido en los EE.UU. El Brasil es contrario  a ello y, en un reciente intento de los norteamericanos, se quejó ante la OMC  (Organización Mundial de Comercio) y ganó la causa. Hoy los EE.UU. pagan una  compensación al Brasil y quieren terminar con ese pago cuanto antes.
        
      Ya expiró la sobretasa de nuestro etanol  exportado a los EE.UU., encarecido aun más por los subsidios al etanol  producido en aquel país. Debido a la crisis económica, nada indica que la  sobretasa volverá a imponerse. Sin embargo la bancada agrícola en el Congreso  estadounidense presiona en favor de medidas proteccionistas. Obama hasta ahora  se ha mostrado abierto en lo concerniente a cooperación bilateral en materia de  energía.
        
      Tanto el empresariado norteamericano como el  brasileño reivindican el fin de la bitributación. Impuestos pagados en un país  no debieran ser cobrados nuevamente en el otro. Pero el aprobar tal medida  depende de la creación de un sistema eficiente de intercambio de informaciones  tributarias. Tal proyecto sigue paralizado en el Senado brasileño.
        
      Hasta el 31 de diciembre de este año, 1.8  millones de turistas brasileños han viajado a los EE.UU. Obama ya aceptó la  posibilidad de suprimir la exigencia de visa para entrar, aunque todavía  depende de ciertas modificaciones en la legislación vigente. Hay seis proyectos  en el Congreso norteamericano proponiendo el fin de la visa o la facilitación  del intercambio turístico.
        
      Dilma y Obama coinciden en posiciones  importantes en el escenario internacional. Ambos criticaron a los gobiernos de  la Unión Europea, dispuestos a enfrentar la crisis económica con el amargo e  impopular purgante de la austeridad fiscal y del desempleo. Dilma y Obama  acudieron a Alemania para que adoptara medidas de estímulo al crecimiento de la  economía mundial.
        
      Un punto de divergencia entre Dilma y Obama es  el de las relaciones con Cuba. Brasil defiende el fin del bloqueo impuesto por  la Casa Blanca y la autodeterminación de la isla del Caribe. Obama mantiene el  bloqueo, aunque adopta una postura menos agresiva que sus antecesores en  relación a Cuba.
        
      Ahora, con las nuevas leyes migratorias que  permiten a los cubanos viajar al exterior, los EE.UU. se encuentran con una  papa caliente en las manos: un flujo significativo de migrantes cubanos que,  gracias a la ley de Reagan, serán considerados ciudadanos norteamericanos por  el simple hecho de poner los pies en aquel país.
        
      El Brasil mantiene plenas relaciones con Cuba  y con los Estados Unidos. Sin embargo, el presupuesto de los EE.UU. para el 2013,  que ha de ser votado, propone endurecer el trato a empresas que se relacionen  con países considerados enemigos del Tío Sam, tal como son los casos de Cuba y  de Irán. Una ley semejante ya aplicada en la Florida perjudicó a Odebrecht,  empeñada en la construcción de un nuevo puerto en Cuba, en Mariel, cercano a La  Habana.
        
      Hace ya tiempo que el Brasil lucha por tener  un puesto en el Consejo de Seguridad y por la ampliación de las plazas  permanentes. Para alcanzar tal objetivo nuestro país necesita el apoyo de al  menos cinco países miembros (son 15 países miembros: EE.UU., Inglaterra,  Francia, Rusia y China). Brasil cuenta con el apoyo de la Casa Blanca, pero  hasta ahora Obama no le pone mayor atención.
        
      Ante la crisis económica que afecta al  hemisferio norte, el Brasil se muestra cauteloso pues sabe que podría ser  duramente afectado en el caso de que los EE.UU. y China redujeran las  importaciones de nuestros productos. Lo mejor, por el momento, es hacer votos  para que Obama pueda, efectivamente, mejorar las relaciones con nuestro país y  con América Latina.
        Frei Betto es escritor, autor de “Calendario  del poder”, entre otros libros.
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