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Movimiento estudiantil: las cartas están sobre la mesa

 

El análisis parte de una constatación, 2011 pasará a la historia como el año en que las luchas estudiantiles visibilizaron a nivel-país la existencia de una profunda crítica al sistema educacional, iniciaron un acelerado proceso de repolitización de la sociedad chilena, develaron la miseria del sistema político, e impulsaron un amplio movimiento social con exigencia de cambios estructurales. Al calor de estas constataciones nos preguntamos: i)
¿cómo fueron posibles estos logros?; y, ii) ¿cuáles son los pasos a seguir?

A principios de año nada hacía prever la actual evolución de los acontecimientos, por el contrario, habiendo sido doblegado el Colegio de Profesores con la supuesta “revolución” educacional, el Ministro de Educación se preparaba para implementar una gran reforma a nivel del sistema universitario. Ni el magisterio, ni la oposición, ni el movimiento sindical, lograban articular la resistencia a lo que se avizoraba como el golpe final a la universidad estatal para la legalización y legitimación del lucro en el sistema superior. A principios de mayo estaba ad portas lo que el oficialismo denominaba como la “revolución educacional”. Pero, para sorpresa del gobierno, aún quedaban fuerzas de contención, convirtiéndose la toma estudiantil de la Universidad de La Serena en la primera señal de oposición a la escalada gubernamental (principios de mayo). Luego se sumaron la V región, la zona sur, la zona norte y la región metropolitana.

Ahora bien, el ingreso al conflicto del estudiantado de la V región y especialmente de la FEUV dio una nueva fisonomía a los acontecimientos (fines de mayo), hecho importante por cuanto relacionó aspiraciones regionales y proyecto político nacional. Dicho de otra manera, la representación lograda puede ser también un paso para pensar en el regionalismo autonómico. Ahora bien, esto fue posible por: i) la experiencia social y política que venía acumulando el movimiento estudiantil en los últimos seis años; ii) porque tenían un propósito que sacaba la protesta del acto testimonial a la lucha por un proyecto (valorización del rol del Estado, rechazo al lucro, educación gratuita, democratización de la vida universitaria); iii) proyecto que transformó al estudiantado regional en actor social políticamente activo (es decir un grupo con propuesta alternativa al sistema); y, iv) porque ensayó nuevas formas de democracia interna (horizontal, participativa, deliberativa y resolutiva). Estas variables dieron peso a las propuestas regionales con el resultado de la democratización de la CONFECH (principios de julio). Sobre este último aspecto, un par de palabras. La actual composición de la mesa ejecutiva quedó compuesta por dos representantes de Santiago (C. Vallejo, G. Jackson), dos de la V región (S. Farfán A. González), dos del norte (D. Urrea, L. Palma) y dos del sur (P. Contreras, C. Briseño).

Logrados estos pasos se profundizó la movilización. A partir de este momento el estudiantado se transformó en fuerza nacional, no obstante las vacilaciones u oposición sibilina de importantes rectores del Cruch, las provenientes de la “clase política” y del parlamento. Por otra parte, es muy importante mencionar que también logró sortear el desdén (primero) y la represión permanente (luego) del gobierno. En esta perspectiva debe señalarse que el movimiento estudiantil, y ahora el ciudadano, han dejado atrás un fenómeno muy propio de nuestra sociedad en las últimas cuatro décadas: el miedo. Pero, no es todo, además, se está constatando la aparición de un nuevo estado de ánimo que centra la lucha en lo que se considera reivindicaciones del conjunto de la sociedad, experimentándose una vuelta a las solidaridades humanas en detrimento del modelo de extremo individualismo vigente.

La movilización permanente estaba adormecida, en la generación derrotada y era desconocida para las nuevas generaciones. Remezón que indudablemente fue fortalecido por la exteriorización de un malestar general hecho presente en las protestas por Barrancones, Hidroaysen, la revuelta en Punta Arenas, la marcha del mundo gay, y tantas otras manifestaciones anti-sistémicas. Estos impulsos, al calor de la manifestación estudiantil, fueron determinantes en el cambio de gabinete y en la salida del Ministro de Educación. Pero, no es todo, los propios yerros autoritarios del gobierno transformaron la molestia en magnitud política; de manera que, tomando en cuenta estas consideraciones, sin lugar a dudas, puede afirmarse que los estudiantes han movilizado activamente a más de 1.000.000 de personas en las calles y concitado la solidaridad del 80% de la población. Además han logrado implementar su propia representación, han repolitizado a la sociedad chilena, encajonaron al gobierno, y han concitado el apoyo de la mayoría y la simpatía de la comunidad internacional.

Otro gran logro de los estudiantes es haber sorteado el cisma, no solo porque sufre los embates del gobierno para normalizar la situación, también sufre la obstaculización de autoridades unipersonales cercanas al modelo cuestionado, o las de aquellos que se conforman con las ofertas gubernamentales. Evidentemente, esta es una controversia política en la que cada cual maneja sus intereses, por eso llama la atención la mantención de la unidad y las salidas políticas que se ha dado a cada situación compleja. Este es un aspecto en el que vale la pena detenerse porque no es fácil sortear a una clase política avezada; pero, ni el diálogo de la democracia cristiana con el gobierno, ni las ofertas provenientes de sectores del socialismo, ni las complacientes declaraciones de 51 parlamentarios han logrado modificar el rumbo estratégico (retoma del rol del Estado). De esa manera el llamado del gobierno de trasladar el conflicto al parlamento podría ser cosa muerta.
Por eso, no puede sorprender la falta de acuerdos. Pero, no son los estudiantes los intransigentes, a su mano abierta se les respondió con gases lacrimógenos, el Ministro caído respondió con subterfugios y, tanto el GANE como los posteriores 21 Puntos, evadieron los puntos centrales: rol del Estado, gratuidad, y fin al lucro. Tras cada oferta hay un interés. El gobierno y su base de apoyo político (UDI, RN) representan un modelo de vida en que se mezclan racionamientos económicos, autoritarismo político y visión-de-mundo ideologizada. Los partidos de la Concertación experimentan el impacto de sus errores: la despolitización, el abandono de sus principios, y la transformación en fuerza-administradora del neoliberalismo. De manera que, ninguno está en condiciones de convertirse en interlocutor, situación agravada por el severo y peligroso descrédito de la política, del sistema de partidos y de la constitución vigente. Tendencia ante la que se alzan algunas alternativas; a saber: i) la mantención del status quo, ii) la profundización neoliberal (ambas son posibles a partir de mayor violencia), y ii) el inicio del cambio.

Para ningún observador pasa desapercibido que se cerró una fase, caracterizada por; i) la irrupción y posterior fortalecimiento de los estudiantes por la presencia de un proyecto, ahora nacional, cada vez más depurado y que tiende a concentrase en la exigencia de un plebiscito (9 de agosto), fortaleza que podría ser contrarrestada por la existencia de diferentes opciones internas; ii) el debilitamiento del gobierno (algunos hablan de ingobernabilidad), debilidad seguida paradojalmente de un creciente endurecimiento, demostración que no está dispuesto a negociar, que está buscando soluciones parciales y autoritarias y que se niega a la posibilidad de convocar a un plebiscito (10 de agosto); iii) la intervención larvada en el conflicto por parte de la “clase política”, la que intenta colgarse de las aspiraciones estudiantiles (PS), o pasar el problema al parlamento (DC), sin hacerse cargo del pasado reciente (R. Lagos); iv) la aparición de una corriente de simpatía de la mayoría afectada por el neoliberalismo con los estudiantes; y, v) la contra respuesta de los “poderes fácticos” (llamando a no ceder espacio alguno), de El Mercurio (invocando la Ley de Seguridad Interior del Estado), de la “inteligencia” pinochetista (llamado de H. Buchi a mantener la ortodoxia económica) y la negativa gubernamental a recaudar nuevos impuestos para invertir en la educación.

La intransigencia gubernamental está tensando la situación. El intento de retomar la normalidad (vía clases en locales especialmente habilitados, exámenes libres…) y de llevar la discusión al parlamento requiere una respuesta contundente, ya no bastará la marcha, tampoco la toma, ni forma alguna de violencia aguda. Ahora bien, para pensar en una respuesta contundente, el movimiento cuenta ya no solo con el copamiento de la calle, se agrega a este la reaparición de la memoria olvidada. El copamiento de la calle, la marcha, acompañado ahora del cacerolazo y la fogata, son coreografías de alto simbolismo representantes de una ciudadanía que reclama por lo perdido, por lo impuesto, por lo negado. Una ciudadanía que sabe que el 10% de los acomodados deja para sí el 80% del PIB (15.400 per cápita). Es la rebelión simbólica y política de los marginados, de aquellos que saben que sus sueldos son 30% más bajos que hace 30 años atrás. Por otra parte, la crisis mundial, comienza a repercutir. Ya se han esfumado parte de los ahorros de miles de chilenos depositados en las AFP. Un fantasma recorre el planeta, el de la recesión. Situación ante la cual comienzan a encenderse las alarmas y la pregunta…¿podremos seguir pagando en recesión?

Si el gobierno no abre la compuerta al dialogo las respuestas posibles son tres, a saber; i) retroceder y negociar, replegarse y entregar el campo a la discusión parlamentaria, lo que algunos llaman “aceptar las migajas”; ii) la segunda posibilidad es hacer manifiesta la desconfianza y defendiendo las exigencias de cambio estructural, iniciar negociaciones manteniendo la movilización; iii) la tercera posibilidad es la respuesta contundente, es decir, la posible transformación de la marcha en protesta permanente, acompañada intermitentemente con paros sectoriales, regionales y nacionales. Vía posible porque en el contexto del descrédito de la política de los consensos, la derecha está dividida, la Concertación no tiene una estrategia y porque los militares han pagado muy cara su última intervención. Ahora bien, la segunda y tercera posibilidades perfectamente podrían combinarse. Al respecto es importante tomar en cuenta que el gobierno está tan debilitado que está buscando apoyo en la Concertación lo que implica ahora saber hacer política profundizando ese aislamiento evitando los zarpazos del Leviatán herido.
Pero, esto implicaría sacar al movimiento estudiantil de su soledad social incorporando al movimiento global a los subalternos. De partida habría que buscar fórmulas para incorporar a la protesta a los trabajadores, que endeudados 7,8 veces su sueldo con las tarjetas de créditos no puede darse el lujo de perder su trabajo. Ahora bien, habida cuenta que el modelo se estructuró sobre la base del “chorreo” y la hiperganancia…¿no habrá llegado la hora de exigir la rebaja de los créditos usureros. Aquí no hay que perderse, el apoyo es masivo en los sectores medios afectados por la usura en la educación. Pero, ampliar el frente requiere más que de la invocación del “Adelante, obreros y estudiantes”. El tiempo político es poco, asegurar esa posibilidad de ampliación de la alianza tiene plazos de inicio, el del Paro Nacional y la coyuntura de septiembre.

Las cartas están sobre la mesa. Pero, antes de terminar es necesario señalar que el movimiento estudiantil ha tenido un logro espectacular. Los chilenos estaban acostumbrados a ver segmentadamente la vida. Los medios de comunicación y cientos de periodistas a-críticos nos acostumbraron a la fragmentación de la noticia, hoy sin embargo, gracias a las manifestaciones sabemos que somos parte del malestar mundial provocado por los ajustes neoliberales, presente en Grecia, España, Estados Unidos, Egipto, Siria… Somos parte de los “Indignados”, de la protesta social en Inglaterra, del levantamiento de los sindicatos en Grecia, de la protesta en El Cairo…de los esfuerzos de la OCLAE por revitalizar al movimiento estudiantil latinoamericano.
En fin, para impedir un posible retroceso, ahora habría que adelantarse a los acontecimientos, impidiendo el aislamiento, manteniendo la simpatía de la población, evitando la división, exigiendo el plebiscito vinculante…y teniendo mucha paciencia y calma.

Asamblea Triestamental, Instituto de Historia, UV

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