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Las ventajas de las mini centrales hidroeléctricas

 

A diferencia de los megaproyectos hidroeléctricos como HidroAysén, las mini centrales son una alternativa económica y con mínimos impactos ambientales para las comunidades. Además, les permiten controlar sus recursos energéticos y no hay costos mayores de transmisión. En la región del Bío-Bío ya se han aprobado 20 proyectos de este tipo para los próximos años.
Frente a los peligros de la energía nuclear, evidenciados tras la catástrofe de la central de Fukushima, y el rechazo ciudadano a los megaproyectos como HidroAysén, las minicentrales hidroeléctricas son una alternativa sustentable, económica y que puede otorgar autonomía a las comunidades en la creación de energía limpia.
La ley chilena define las mini centrales hidroeléctricas como las que generan un monto de energía menor a 20 mega watts y cuyos muros miden 15 metros de alturas como máximo.
Juan Pablo Orrego, presidente de la ONG Ecosistemas y coordinador internacional del Consejo de Defensa de la Patagonia, indica que en Chile ya existen 36 de estas centrales de energía limpia.
En la región del Bío-Bío, donde ya están en diferentes procesos de evaluación ambiental y de estudios para su instalación, hay 20 proyectos de mini centrales. Una de estas es la ‘Canal Bío-Bío Sur’ en Cañete, con un potencial de 7 mega watts y también la ‘Butamalal’, en la misma localidad, con una capacidad de 12 mega watts, entre otras.
Según el seremi energía de la Región del Bío Bío, Rodrigo Torres, los potenciales de estos 20 proyectos de centrales hidroeléctricas varían entre 3 y 20 mega watts.
Una experiencia de esto ocurre en caleta Tortel, en la región de Aysén, donde la central hidroeléctrica pertenece a la municipalidad. Así, los comuneros no pagan cuentas de energía eléctrica. Claro que Tortel es una excepción al actual modelo chileno donde las empresas energéticas han subido el precio de sus acciones luego de décadas en que han cobrado más del valor real de la energía a los usuarios.

AUTONOMÍA VERSUS MONOPOLIOS

La discusión respecto a las políticas energéticas instalada en los medios masivos se ha olvidado del grado de centralización de las empresas eléctricas en Chile. Las mini centrales ofrecen un camino radicalmente distinto al desarrollar los proyectos energéticos cercanos a las comunidades que consumirán dicha energía.
Las mini centrales no tienen nada que ver con las gigantescas hidroeléctricas. “Hay una ecuación bastante simple: Mientras más grande es un proyecto, más impactos genera. Es un asunto de escala, si existen algunas excepciones esto es la regla real”, explicó Orrego. En oposición a las centrales hidroeléctricas de embalse o de paso, estas construcciones aprovechan el recurso hídrico sin alterar el régimen natural de los ríos.
Las centrales de embalse de gran tamaño tienen un impacto social devastador a juicio de Orrego. “Mientras más grande es el embalse, mayor impacto se genera para la cuenca” -sentencia.
Es el caso de centrales, como las construidas en el Alto Bío Bío, Pangue y Ralco, cuyos muros alcanzan los cien o ciento veinte metros de altura, lo que conlleva la muerte de la vida biológica de los ríos, de la cadena alimentaria, del ecosistema que además alimentan los bordes costeros del río. Así, un embalse puede impactar la cadena trófica a más de cien kilómetros del embalse, incluso hasta el mar interior, porque algunas de estas especies viviendo allá dependen de los alimentos que hallan en los ríos.
Además, ocurre que al levantarse las grandes centrales muchos pueblos, como les pasó a los pehuenches que habitaban en Alto Bío Bío, son desalojados de sus territorios y lugares originarios.

UN SISTEMA MÁS BARATO

Miguel Márquez, docente, investigador y director ejecutivo de Energía Inteligente Ltda., destaca que las mini centrales ”son menos vulnerables, tienden a que los precios bajen, son más accesibles, tienen menor impacto ambiental y mejor gestión de las capacidades de oferta eléctrica. Tal vez una de las cosas importantes es que permite una gestión de la demanda que hoy no se halla en la situación actual”.
Los problemas que distingue Márquez en el actual sistema eléctrico centralizado con “los precios al alza, una falta de competencia que implica rentabilidades extraordinarias, con su efecto en la inequidad social, ya que las estadísticas indican que hay una mayor participación de gastos en energía en el presupuesto de las familias más modestas”.
El investigador también acusa un “aumento de las carencias energéticas y la pérdida de competitividad del país”.
A diferencia del modelo actual, las mini centrales no son más caras y menos eficientes que las grandes. El presidente de Acera (Asociación Chilena de Energías Renovables), Rolf Fiebig, precisó que “Los costos de instalación para una mini central de primera calidad oscilan entre 2.500 y 3 mil dólares por mega watt. Las grandes plantas habituales, con represas son más baratas pero se demoran mínimo 6 y 10 años en funcionar mientras las mini se demoran dos años en estar operativas. Hay una recuperación de los costos de inversión en el tiempo con las mini centrales porque empiezan a funcionar antes, el dinero ingresa a los dos años”.
Orrego agrega que con “la forma quirúrgica de las mini centrales se trata de la cuenca contra el proyecto en vez de los proyectos contra la cuenca. Hay que tomar en cuenta que cada región y lugar tienen un potencial propio”.
El Ciudadano intentó contactarse con empresas que desarrollan estas grandes centrales hidroeléctricas, como Hidroaysén, para buscar su versión sobre estos señalamientos en múltiples oportunidades, pero no tuvimos respuesta.

EL COSTO DE TRANSMISIÓN

Un costo asociado a los grandes proyectos hidroeléctricos es la pérdida de la energía producida en la transmisión hacia los lugares donde se usará dicha energía. Como las mini centrales operan a un nivel menor, alimentando de energía a las comunidades más cercanas donde se localiza el proyecto, no hay pérdidas por transmisión a grandes distancias.
El proyecto HidroAysén requiere para traer energía desde la Patagonia a la zona central del país una línea de transmisión de 2.300 kilómetros.
La forma quirúrgica permite una “alimentación distribuida de la energía”- destaca Fiebig, quien agrega que la gran ventaja de las centrales pequeñas es que pueden “atender a los consumidores que están en los alrededores de la planta: Hay menor pérdida de energía en su transmisión. Si hay que llevar la energía sobre muchos kilómetros hasta un punto de consumo la energía se despilfarra. […] Si la planta está lejos de quienes consumen la energía, ésta a su paso por las líneas de transmisión termina llegando no con 420 volts a las casas sino con 180”.
Así, las localidades alejadas de los grandes centros urbanos no tendrían problemas frente a las ciudades que concentran el uso de electricidad.
El presidente de Acera destaca que “con un sistema más inteligente, también podríamos hacer que haya una ventaja adicional a las mini centrales. Si cada una de estas centrales chiquititas se pudieran desconectar de la red, en caso de que hubiera una caída general, o una emergencia provocada por un accidente, no se perdería energía. Por ejemplo, en el caso del terremoto donde el país se quedó en muchas partes sin luz, si hubiera plantitas aisladas y distribuidas que se hubieran desconectado automáticamente de la zona afectada por el sismo, los comuneros que viven alrededor de la planta hubieran podido quedarse con luz”.

ENERGÍA PARA LAS COMUNIDADES

Fomentar la creación de proyectos de pequeña escala también conlleva un impacto social positivo, claro que esto depende de un cambio radical en los esquemas de operación de la matriz energética del país.
Las posibilidades en términos de autonomía y desarrollo económico para las comunidades que tienen cercanas sus fuentes energéticas son enormes. Así lo destaca Márquez, para quien “desde el punto de vista de la gestión, de la adopción de opciones tecnológicas y de acceso al servicio. No obstante, ello requiere de cambios en la normativa, capacidades en la gestión y nuevos modelos de negocios”.
Actualmente la generación y distribución de energía están concentradas en pocas empresas. Si bien hay 50 compañías que operan el negocio de la electricidad en el país, Endesa y Colbún dominan el 74% del Sistema Interconectado Central (SIC). Con la aprobación de HidroAysén el control de estas empresas aumentaría a un 80%. Las otras 48 empresas generadoras tienen una participación de apenas un 26 por ciento del SIC, que da energía al 90% de la población.
Esta telaraña que ha convertido la energía en un negocio es necesario deshilvanar. “Hay que salir de los megas [watts] y de la visión de la energía como un negociado para verla como un servicio público y distribuirla”, considera Orrego.
“Chile es un país extremadamente ineficiente en materia energética”, añade el ecólogo de Ecosistemas. Pone de ejemplo a la energía solar, que es potencialmente infinita; o la energía eólica con la implantación de aspas en pequeña escala, o el recurrir a las corrientes y mareas.
Márquez agrega que “la normativa actual se basa en el modelo de funcionamiento basado en costo marginal. Por ello es importante que los cambios a la legislación impliquen participación de los ciudadanos en las soluciones a los problemas energéticos, además se requiere un uso eficiente de la energía como punta de lanza de una política energética y hacer políticas de cuencas con planificación integrada de recursos”.
“Sol, viento, no cobran cuentas, la energía es de las comunidades. Solo hay que pagar la inversión y el mantenimiento de las instalaciones para que funcionen las energías renovables e, incluso así, las cuentas serían más baratas. Hay una trampita, los piratas corporativos de las empresas energéticas nos están esquilmando. Lo que pagamos no es el valor de la energía y eso ha sido su negocio”, sentencia Orrego.

Por Mélissa Quillier
El Ciudadano

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