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La lucha por América Latina en un cambio de época

 

En los últimos dos años, la lucha por el curso histórico de América Latina se ha intensificado notablemente y las batallas se libran una tras otra, en múltiples arenas, tanto a escala regional, como en cada uno de los países. Es una lucha que se procesa en el contexto y como parte de un cambio de época a nivel planetario, lo que ha abierto posibilidades inéditas a las fuerzas políticas y sociales que pugnan hoy por alcanzar una vida buena, plenamente soberana, democrática y justa, que responda a la rica diversidad de sus pueblos,  a su derecho a la dignidad y a la realización como tales en el continente que habitamos. 

Una lucha que actualiza y da continuidad a siglos de resistencia de sus pueblos originarios, cuyos procesos históricos se vieron violentamente interrumpidos hace más de 500 años; como también recoge las inspiraciones de las corrientes libertadoras que se alzaron contra el dominio colonial en las horas de la primera independencia, y el legado de las fuerzas nacionalistas, populares y revolucionarias que en los últimos 200 años combatieron infructuosamente por romper las cadenas de nuestra inserción dependiente y periférica en el sistema mundo capitalista y contra la opresión y dominación de las oligarquías locales.

Procesos que marcan un cambio de época

Cuatro procesos interrelacionados dan cuenta del cambio de época que estamos atravesando: la crisis de civilización, los cambios en el poder mundial y en la escena geopolítica, la rebelión global de los pueblos y el debate y práctica de nuevos horizontes civilizatorios que proponen una refundación y reformulación de la ética, la política, la economía, la sociedad y la cultura, al menos en el continente latinoamericano. Todos estos procesos, si bien traían raíces anteriores, cobraron dinamismo y vigencia particular en la última década.

La crisis de civilización marca el fin del predominio de una civilización « occidental », que marcó la historia de la humanidad en los últimos 500 años, gobernada por la racionalidad del capital y los efectos de cuyo agotamiento amenazan la paz y sobrevida humana. La evidencia de ella es la convergencia de múltiples crisis comenzando con la crisis estructural que afecta al capitalismo en su esfera económica y financiera, que alimenta y se articula con la crisis ecológica, la crisis energética, la crisis alimentaria, la crisis ética e ideológica, la crisis política y militar del sistema mundo del capitalismo .

Sumido el capitalismo central en una continuada recesión y con la amenaza de una nueva caída del sistema financiero internacional, con la indolencia de los mismos países para  enfrentar el calentamiento global y renovar y ampliar el Protocolo de Kyoto, con la incapacidad de la mayor parte del planeta para transitar a una era energética basada en recursos renovables y no contaminantes, con el azote del hambre golpeando a más de mil millones de seres humanos, con el creciente cuestionamiento de las instituciones del sistema político y económico internacional, con las guerras de saqueo y agresión imperialista extendiéndose, con el silencio cómplice de las iglesias; se extiende la toma conciencia que encaramos una crisis total, una crisis de civilización.
En ese contexto, que se prolongará por algunas décadas, se está verificando un profundo cambio en el poder mundial y en la escena geopolítica. Se hace cada vez más evidente la decadencia de la hegemonía estadounidense y de la tríada (EEUU, Europa y Japón) mientras adquieren mayor peso nuevas potencias emergentes, particularmente las que se expresan en el BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica). Surge un mundo multipolar, que provocará un cambio radical en las relaciones políticas y en el sistema de las instituciones internacionales. En lo inmediato, EE.UU. rediseña su estrategia de control planetario, moviéndose hacia el eje Asia-Pacífico, sin terminar de salir del Medio Oriente y lanzando una feroz contraofensiva militar y financiera para contener a sus rivales.  Pero no logra parar la creciente autonomía de las potencias emergentes.

Es más, al interior de los propios EE.UU. y de la Red Financiera Global se procesa una intensa lucha estratégica entre una fracción del bloque de poder más conservadora y otra fracción del bloque de poder con un proyecto globalista Esta última es la que mantiene un mayor control de la administración Obama -que ha logrado apretadamente un segundo período- y avanza en dirección a instaurar un orden mundial bajo su hegemonía con la creación de un Estado-Red Financiera global, sin fronteras geográficas ni ciudadanos; que subordinaría al propio estado de EE.UU y a los estados del capitalismo central. Esta fracción empuja y usa la profundización de la crisis financiera, para subordinar tanto a la Unión Europea y su zona euro como a los EE.UU. y el dólar. Sobre la bancarrota de estas monedas, se crearían las condiciones para imponer una autoridad monetaria global dirigida directamente por banqueros globales liberados de todo control gubernamental . Como consecuencia de lo anterior, la lucha intra e interimperialista se ha agudizado notablemente. Tanto en EE.UU. como en Europa, las tensiones por desmembramientos internos han alcanzado niveles de preocupación pública y en el curso de los próximos años no pueden descartarse graves conflictos políticos y militares en esos territorios.  

Por otro lado, atizada por el fuego de la crisis en sus múltiples dimensiones, en los últimos dos años se ha ido extendiendo una rebelión global de los pueblos. A nivel mundial crecen las resistencias al intento de mantener el “status quo” por las vías de la guerra, los shocks económicos y financieros, la manipulación política y mediática. Y avanza un cuestionamiento generalizado de las viejas instituciones y liderazgos.    

En 2011 se vivió el comienzo de una nueva era de rebeliones, que retoma y profundiza la revolución político-cultural de 1968 del siglo XX . Millones de personas se convocaron y movilizaron, con autonomía política y más allá de los partidos, ocuparon calles y plazas con horizontalidad y creatividad y enfilaron sus dardos en contra de la desigualdad, los gobiernos corruptos y antidemocráticos, y su servilismo frente a los banqueros, causantes de la crisis. El contagio continental y planetario de las protestas, reflejó una conciencia de destinos compartidos que empieza a extenderse y que madurará en prácticas de organización y lucha  inéditas en el futuro, más allá de los resultados políticos inmediatos limitados que en cada país se han alcanzado .

El debate y las prácticas de nuevos horizontes civilizatorios son el cuarto proceso configurador de un cambio de época y ha tomado particular lugar en nuestro continente latinoamericano. Las búsquedas pretenden dar cuenta no sólo de otro paradigma de realización humana –el “Sumac Kawsay” o Buen Vivir- sino que de otras vías de acumulación de poder para su construcción, multidimensionales y más bien socio-céntricas que estado-céntricas. Un proceso que hoy se vitaliza en pugna con el nacional-desarrollismo que tiende a prevalecer en América Latina .

En este nuevo momento histórico, la lucha y el debate sobre cómo avanzar en la superación del orden capitalista, colonialista y patriarcal se ha intensificado, particularmente en los países donde las fuerzas sociales y políticas del cambio son más fuertes. Desde la óptica del cambio civilizatorio, la crítica se ha centrado en que en todo el continente los gobiernos persisten en el extractivismo, con grave afectación de los equilibrios medioambientales y de los pueblos y comunidades que se ven desplazados de sus territorios, en razón de sus imperativos de priorizar el crecimiento como base de su gobernabilidad. Mientras, quienes privilegian la apuesta del cambio “desde abajo”, no pueden menos que reconocer que su experiencia y acumulación por ahora no permite trascender más allá de limitados espacios locales y provinciales.

Todo indica pues, en definitiva, que encaramos ineludiblemente un periodo más o menos largo de transición, en que deberán forjarse –a nivel nacional y regional- las condiciones para una nueva hegemonía social, política, económica y cultural.    
Desafíos que se plantean en la lucha por una nueva hegemonía desde los pueblos
En el marco de todos estos procesos, la lucha por la hegemonía regional en América Latina se ha intensificado en los últimos dos años. Y en la coyuntura inmediata, se advierte un panorama de un continente fracturado.
Por una parte, en México y Centroamérica, luego del golpe en Honduras (06/2010), EE.UU. retomó la iniciativa y el control hegemónico del área, sobre la base de extender la violencia y la militarización, a partir de la “guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado”. Por la otra, en América del Sur, Brasil encabeza a la región en su integración política y soberana; la profundización de las alianzas militares sudamericanas, la potenciación del complejo industrial-militar de Brasil y sin duda está detrás de la apertura de un diálogo por la paz en Colombia.  Brasil se perfila cada vez más como la nueva potencia hegemónica en Suramérica, en una disputa que se irá tensando hacia el futuro .  Dos cosas, por tanto, están en juego: si el conjunto de América Latina y el Caribe podrá vencer el cerco militar de los EEUU que coarta su desarrollo político hasta ahora y qué carácter asumirá la nueva hegemonía brasileña sobre el continente latinoamericano.
Una mirada a los procesos y luchas que se verifican en cuatro terrenos básicos permite discernir las líneas de acción en relación a los escenarios que se están configurando:
 
Vencer la cultura del miedo y de la mercantilización de la vida

La “madre de todas las batallas” se libra a nivel de la ética y de la conciencia de todas las personas de nuestro continente. Una lucha en la que repercuten las condiciones materiales de subsistencia, la trayectoria y desempeño político, militar e ideológico de las clases dominantes y el nivel de configuración de un campo popular antisistémico.

Desde esta perspectiva, el clima predominante en México y Centroamérica, aparece marcado por una mayoritaria confianza en la economía de mercado y en el rol del empresariado, al mismo tiempo que por un fuerte descontento con la democracia y un creciente pesimismo sobre el futuro . El temor infundido por la extensión de la “guerra contra las drogas” mantiene una fuerte adhesión a refugiarse en gobiernos de populismo autoritario.

A los tradicionales altos niveles de pobreza, exclusión y desigualdad, se le suma una situación de creciente debilidad institucional y el haberse convertido en la sub-región más violenta de América Latina y una de las más violentas del mundo . A ello debemos añadirle una ligazón económica más fuerte con la economía de EE.UU.- que está inmersa en una recesión prolongada- y el riesgo derivado del cambio climático.

En América del Sur, el clima reinante está marcado por la pérdida de prestigio de las políticas neoliberales, el rechazo a las formas represivas y violentas de solución de los conflictos socio-políticos, las aspiraciones de integración social a través del consumo y del empleo, una actitud crítica de la democracia formal y de sus vicios y la revalorización y reinvención de la democracia desde los espacios de la vida social y comunitaria, desde abajo.

Con sus claroscuros, esta subjetividad se ha ido instalando en la última década gracias a que las fuerzas sociales y políticas antineoliberales lograron proyectar el rechazo extendido al neoliberalismo y capitalizar el contexto económico y geopolítico internacional, para sostener un proceso de cambio político gradual, en la mayoría de los países suramericanos, al mismo tiempo que sentar territorios de experiencias autónomas de  pueblos y movimientos. Los gobiernos “progresistas” por otra parte, han alentado más una mentalidad asistencialista y clientelar de la población; mientras que en los “bolivarianos”  el caudillismo se contrapone muchas veces con el aliento y el respeto de una participación política y autónoma de sus pueblos.

El desafío mayor en todo caso se presenta con la penetración en los sectores populares y medios de una conciencia moldeada por el marketing de la sociedad de consumo, que avanza en el sentido de mercantilizar todo el sentido de la vida.  En los ámbitos de las grandes ciudades suramericanas donde se ha extendido el crédito de consumo, esta problemática es mayor, creando una población que a partir de su endeudamiento, se desolidariza, destruye sus vínculos sociales y comunitarios, se presta a formas de superexplotación del trabajo y se convierte en masa receptiva al mensaje comunicacional de la derecha política.

Reconstituir y potenciar el protagonismo popular desde abajo

El factor determinante de la profundidad y perdurabilidad de los cambios políticos es el grado de constitución de los pueblos y movimientos populares en sujetos históricos; esto es en pueblos dotados de una identidad y resueltos a construir un proyecto político capaz de ganar la adhesión mayoritaria de la población. A ese respecto, la organización y movilización social presenta un escenario diferenciado en el continente.

En México, los pueblos zapatistas  han logrado resistir el asedio militar y consolidar sus procesos de autogobierno y construcción de una sociedad otra en los territorios que controlan. Pero a nivel del conjunto del país sigue pendiente una mayor articulación de movimientos sociales urbanos y rurales capaces de sustentar una alternativa de gobierno y de poder distinta. El surgimiento de los movimientos de #Yo soy 132 y de la Paz con Justicia y Dignidad, así como las Caravanas de las Madres Centroamericanas que buscan a sus hijos migrantes desaparecidos, han revitalizado las energías de los movimientos antisistémicos en México y abierto espacio a la incorporación de nuevos sectores al amplio bloque social y político que es necesario construir.      

“En Centroamérica un segmento importante, pero minoritario, de la población está compuesto por ciudadanos inactivos que no votan ni participan en asuntos de su comunidad y tampoco procuran influir en la gestión pública... Solo una pequeña minoría de ciudadanos se organiza para protestar ante el estado de cosas imperante en sus lugares de trabajo y residencia... Las mayorías no tienen contacto alguno con su municipalidad: no realizan gestiones, peticionan o participan en reuniones convocadas por el gobierno local” .  Los elevados porcentajes de población migrante, la presencia de las redes de crimen organizado y la represión policial y militar están detrás de esta situación. Quizás si la excepción sea la de Honduras, donde a raíz del golpe, la constitución del Frente de la Resistencia Nacional abrió un camino de reconstitución de un movimiento popular que se mantiene hasta el presente, a pesar de los crímenes en su contra. 

En Suramérica, los pueblos indígenas en toda la región andina y amazónica mantienen un intenso proceso de activación y movilización y se han constituido en una de las vertientes principales de los movimientos populares en cada país, incidiendo en la escena política y social. Los movimientos de campesinos y trabajadores rurales, a veces organizados como tales y otras como comunidades afectadas por los megaproyectos han cobrado también singular fuerza. La paralización de 3 de ellos, con resoluciones judiciales en dos de los casos que la avalan –el de Belo Monte en Brasil, el de Conga en Perú y de Castilla en Chile- sólo en los últimos meses, dan cuenta de esta situación. 

Dentro de los movimientos urbanos, los trabajadores desempleados y subcontratados se han destacado por llevar sus luchas con acciones directas, apuntando a cambiar la legislación laboral e impugnar el modelo neoliberal. Asambleas territoriales y comunidades autogestionarias del hábitat se multiplican reorganizando la vida de los pobres de la ciudad. Finalmente, la emergencia de las luchas de los estudiantes secundarios y universitarios que exigen recuperar como bien público la educación, han marcado la emergencia de una nueva generación juvenil resuelta a cuestionar radicalmente el orden político y económico imperante.      

Múltiples desafíos han tenido que enfrentar y superar los movimientos sociales en este proceso: intentos de cooptación desde el estado, tendencias a la burocratización e institucionalización, pérdida de militantes desplazados a la gestión pública, permanente insuficiencia de dirigentes para abordar los enormes desafíos históricos, y capacidad para superar los golpes de la represión. Todo lo que hace de la formación de sus cuadros y de su fortalecimiento interno en general una labor insoslayable.

Romper el bloqueo político y fortalecer el uso contrahegemónico del estado

Cuando termine 2012, América Latina habrá concluido un “rally electoral” que partió en 2009 y a lo largo del cual, la totalidad de sus países –excluyendo Paraguay e incluyendo a Haití- habrá celebrado elecciones presidenciales. Las 17 elecciones presidenciales que han tenido lugar dentro de este lapso, arrojaron los siguientes resultados: en América del Sur tuvieron lugar nueve comicios presidenciales, con una clara tendencia a la continuidad y a favor de las opciones “progresistas” o “bolivarianas”, que triunfaron en siete ocasiones. En cambio, en México y América Central prevaleció la tendencia a la alternancia, y en seis de las ocho elecciones resultaron vencedoras las tendencias de centroderecha o derecha .

La democracia electoral, salvo excepciones, se ha arraigado en el continente, pero la crisis de los viejos sistemas políticos no ha concluido, sino que continúa extendiéndose y profundizándose, afectando incluso a los pocos países que gozaron de una mayor estabilidad institucional y de un sistema de partidos políticos con mayor raigambre.   

En México, por segunda vez consecutiva, los poderes fácticos impusieron un resultado electoral que defrauda claramente la voluntad mayoritaria de sus ciudadanos, proclamando un vencedor aún antes que el proceso electoral se consume. Mientras, en Centroamérica, “las múltiples implicaciones del derrocamiento del gobierno en Honduras, la alta penetración del crimen organizado en el Estado guatemalteco, las serias irregularidades de las elecciones municipales en Nicaragua y la concentración de poder desde el Ejecutivo hacia otros órganos, como la Corte Suprema de Justicia, en Nicaragua y Panamá principalmente, advierten sobre la vulnerabilidad de  los Estados frente a la presión de fuerzas externas y la concentración de poder” .

La clave de esta evolución es el creciente control e injerencia política, económica y militar de los EE.UU. en esta sub-región, en firme alianza con las oligarquías locales; que mantienen bajo chantaje y represión la subordinación de las mayorías y bloqueado el cambio político. Romper el bloqueo político en estos países hace necesario avanzar en la unidad de todas las fuerzas sociales y políticas populares, de manera de levantar una alternativa capaz de hacer frente al fraude, a las mafias y a la acción policial y militar digitada por el imperialismo.   

En América del Sur, por el contrario, en estos años las tendencias han sido a la consolidación de la hegemonía de los gobiernos “progresistas”, la continuidad de los  “bolivarianos”, la derrota del golpismo –excepto por el golpe parlamentario en Paraguay- y el retroceso de los “neoliberales.
Se ha logrado así hacer en muchos países un uso contrahegemónico de los espacios estatales y avanzar en la unidad de las fuerzas de la izquierda. El mayor avance se ha alcanzado en las experiencias que han logrado iniciar un proceso de refundación de los estados, llevando adelante Asambleas Constituyentes, con un amplio proceso de deliberación ciudadana. Se ha dado vida así a Estados Plurinacionales, con referencia a una concepción más amplia de la democracia, que trasciende la democracia representativa e incorpora las formas de democracia ancestral y comunitaria.     

Al mismo tiempo en estas experiencias aparecen los peligros de un  espíritu burocrático y tecnocrático, la corrupción y otros males y contradicciones que refuerzan la idea de la necesidad de potenciar cada vez más la participación política del pueblo y el control popular efectivo sobre sus representantes, así como la formación política y ética revolucionaria de las bases, los cuadros y dirigentes de las organizaciones políticas y sociales a todos los niveles.

Como sostiene Isabel Rauber, “En esta dimensión, construir poder—tomar poder no resultan caminos separados ni contrapuestos; implican andares sinuosos y complejos de construcción de poder propio. En tal sentido, resulta legítima la conquista de espacios institucionales del poder existente, en tanto esta pueda estimular, facilitar o impulsar el desarrollo, la consolidación/acumulación/crecimiento de hegemonía propia, cambiando ‑en función de ella y a partir de ella‑, todo lo que sea posible/factible de ser cambiado a favor del proceso sociotransformador: legislación, instituciones, funcionamiento, toma de decisiones y protagonismo político”.

“Construir el nuevo tipo de Estado plurinacional intercultural y descolonizado implica ir abriendo cada vez más espacios a la participación de los de abajo en la definición de los rumbos y tareas del quehacer estatal, educando y propiciando a cada paso que los diversos sectores y actores que dan cuerpo al pueblo vayan participando cada vez más en las decisiones y definiciones de las políticas públicas y socioeconómicas. Esto hace del Estado y sus instituciones una importante herramienta de los pueblos para diseñar, decidir e impulsar los cambios creados y gestados con su participación consciente. La centralidad no está entonces en el Estado sino, una vez más, en los sujetos, en su creatividad, en su participación cada vez más consciente y comprometida” .

Avanzar en la integración soberana del continente y en la integración desde los pueblos

La constitución de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) a partir de su I Cumbre en Caracas, en diciembre de 2011 supuso un hito en dirección a imprimirle un carácter político y soberano a este proceso, subordinando la óptica comercial y financiera y contrastando con los esquemas de integración que se plantean bajo la égida del capital transnacional y de los imperialismos extracontinentales.     

 

Sin embargo, éstos últimos no se han quedado paralizados. En 2012, entraron en vigor sendos TLC de EE.UU. con Colombia y Panamá y se suscribieron el Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea (UE) y Centroamérica (incluido Panamá) y el TLC entre la UE, por una parte, y Colombia y Perú, por la otra . Los acuerdos con la UE entrarían en vigor una vez que sean ratificados por el Parlamento Europeo y los respectivos parlamentos de los países latinoamericanos firmantes. Con los países del capitalismo central en recesión y en un contexto de caídas de los tipos de cambio respecto del dólar y del euro, las ventajas de estos acuerdos y TLCs para las economías latinoamericanas son al menos ampliamente discutibles.

De mayor impacto inmediato serán los acuerdos comerciales entre países de la región y de Asia y el Pacífico, que también se han multiplicado este año, destacándose los que involucran a Chile, Perú, Costa Rica, Colombia y México. De ellos, Chile y Perú tienen ya una fuerte orientación de sus exportaciones al Asia, mientras que los otros tres países –más vinculados comercialmente con EEUU- buscan conectarse más con las cadenas de valor asiáticas.

En una perspectiva geopolítica, sin embargo, quizás lo más relevante sean otro par de acuerdos de carácter intrarregional. Por un lado, el TLC único entre México y Centroamérica que entrará en vigor este año, reemplazando los acuerdos precedentes entre este grupo de países. Adicionalmente, Panamá se incorporó al Subsistema Económico de la Integración Centroamericana. Lo que crea un espacio económico ampliado estrechamente vinculado con EE.UU. Y, por otro lado, la constitución formal de la Alianza del Pacífico, entre Chile, Colombia, México y el Perú, teniendo como observadores a Costa Rica y Panamá. No por casualidad, los países cuyos gobiernos se mantienen como los más fieles aliados de los EE.UU. en nuestro continente.

Queda claro que el contrapeso y desafío para los países integrados en el Mercosur –ahora con la incorporación de Venezuela- está planteado. No se puede dilatar más la puesta en marcha efectiva del Banco del Sur, abandonar el apego al dólar y sustituirlo por una moneda regional como el Sucre, emprender la integración productiva y energética, rediseñar un proyecto de integración de la infraestructura que se concilie con los intereses de los pueblos, el cuidado del medioambiente y el liderazgo de las empresas estatales suramericanas; como la propuesta de una red ferroviaria regional.

La Unasur, ha dado pasos sustantivos en su fortalecimiento institucional y ya suma 9 Consejos Suramericanos. Ya es hora de enterrar a la OEA, la Junta Interamericana de defensa y el TIAR. Y el trabajo del Consejo Suramericano de Defensa avanza en esa dirección. Pero también en otras dimensiones, se requiere introducir mayor celeridad y eficacia como ha reclamado el nuevo Secretario Ejecutivo –el venezolano Alí Rodríguez- en el diseño e implementación de iniciativas supranacionales que den cuenta de una voluntad de construir una capacidad de superar la desigualdad y de sentar bases materiales para un proyecto regional autónomo .

Del lado de los pueblos, los distintos Encuentros de los pueblos indígenas y movimientos sociales de la región, así como las Cumbres de los Pueblos en abril de 2012, en Cartagena, Colombia –frente a la VI Cumbre de las Américas- y en Río de Janeiro, Brasil -ante la Cumbre Río + 20-, han continuado avanzando en construir colectivamente un proyecto popular de integración latinoamericana, que replantee el concepto de “desarrollo”, sobre la base de la defensa de los bienes comunes de la naturaleza y de la vida, que avance hacia la creación de un modelo civilizatorio alternativo al proyecto depredador del capitalismo, que asegure la soberanía latinoamericana frente a las políticas de saqueo del imperialismo y de las trasnacionales, y que asuma el conjunto de las dimensiones emancipatorias, como se señalara en Belém do Pará, hace ya 3 años atrás .

La XIV Cumbre social del Mercosur  “Ciudadanía y Participación”, que se desarrolla en estos días en Brasilia, así como la Cumbre de los Pueblos que se desarrollará en Santiago, en enero de 2013, ante la II Cumbre la Celac y de la Cumbre-Celac-Unión Europea, serán ocasiones en que más allá del debate sobre la coyuntura histórica de nuestros pueblos y los acuerdos que se tomen para hacerla llegar a los espacios intergubernamentales, será importante  contar con la presencia y el protagonismo de los movimientos y redes de organizaciones populares de base, por encima de las ONGs, que durante buen tiempo han copado estos espacios a nivel internacional.

En segundo lugar, buscar que sean espacios en que más allá de compartir análisis y experiencias de lucha, se busque articular campañas concretas de movilización tras objetivos socio-políticos concretos. Esto en dirección a ir articulando un movimiento regional y continental –y mundial-, que pueda operar en esos distintos niveles en que se procesa la lucha. Y, en tercer lugar, propiciar una articulación de los esfuerzos de los distintos  movimientos y pueblos que confrontan al capitalismo neoliberal, en cada uno de nuestros países, tras la lucha por integraciones regionales alternativas a las del capital y por un nuevo orden civilizatorio mundial.

En suma, un panorama de desafíos y líneas de acción que estamos seguros la militancia de nuestros pueblos y movimientos populares sabrá enfrentar con la determinación que la hora que vivimos exige. Con la conciencia de que el significado que cobre el cambio de época está en juego en nuestros esfuerzos de hoy y de mañana.        

 

Manuel Hidalgo
Observatorio Social de Amerindia

6 de diciembre de 2012

Ver “Siglo XXI: Crisis de una civilización. ¿Fin de la historia o el comienzo de una nueva historia?”, Observatorio Internacional de la Crisis. También “Crisis de Civilización”, Francisco Fernández Buey, www.fuhem.es

“Como salvar a los pueblos y no a los banqueros”, Wim Dierckxsens, Revista Pasos 152, julio-septiembre 2011, www.dei-cr.org

“La revolución de 1968. Cuando el sótano dijo ¡Basta¡”, Raúl Zibechi, 6 de mayo de 2008, www.cipamericas.org

“La imaginación mundial de la protesta”, Kircher-Allen, Schiffrin, 6 de julio de 2012, www.project-syndicate.org

Ver: “Crisis civilizatoria y desafíos para las izquierdas”, Míriam Lang, Prólogo del libro Más allá del desarrollo. www.rosalux.org.ec/es/mediateca/documentos/281-mas-alla-del-desarrollo. Noviembre 2011.

“Hacia una industria militar sudamericana”, Raúl Zibechi, La Jornada, 22 de septiembre de 2012.

Ver: “Brasil potencia. Entre la integración regional y un nuevo imperialismo”, Raúl Zibechi, Editorial Quimantú, Santiago de Chile, agosto de 2012. 

“Latinobarómetro 2011. América Central: crece el pesimismo de la mano de la crisis económica y la inseguridad”, Daniel Zovatto, Infolatam, Costa Rica, 27 noviembre 2011

Ver: “Cuarto Informe Estado de la Región. Un informe desde Centroamérica y para Centroamérica”, 2011. http://www.estadonacion.or.cr/index.php/prensa/carpetas/centroamerica/informe-iv

“Cuarto Informe Estado de la Región”, op.cit.

“Agenda electoral latinoamericana 2012. Elecciones y tendencias”, Daniel Zovatto, Infolatam, 5 de junio 2012, www.infolatam.com

“Cuarto Informe del Estado de la Región”, op.cit.

Ver “Refundación del estado en América Latina”, Boaventura de Sousa Santos, Lima, Julio de 2010. 

Ver “Revoluciones desde abajo. Gobiernos populares y cambio social en Latinoamérica”, Buenos Aires, 2012.

“La hora de la integración política y soberana de América Latina y el Caribe”, Manuel Hidalgo, julio 2010, www.amerindiaenlared.org

Ver “Panorama de la Inserción Internacional de América Latina y el Caribe 2011-2012”, CEPAL, septiembre 2012, www.cepal.org

“Carta de los Movimientos Sociales de las Américas”, 31 de enero de 2009, http://movimientos.org

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