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La creciente lucha de clases

 

Los disturbios que hace algunas semanas golpearon a Londres y otras ciudades inglesas tienen el potencial de diseminarse más allá de las Islas Británicas. No es sólo Inglaterra que está expuesta a este furor clasista que refleja el creciente abismo entre clases que amenaza con socavar el capitalismo en sí mismo. Las divisiones de clases se viene construyendo desde hace una generación, primero en Occidente pero cada vez más en países con rápido desarrollo, como China. El creciente abismo entre las clases tiene sus raíces en la globalización, que ha volatilizado los empleos de los trabajadores industriales e incluso ahora de los empleados de cuello blanco, escribe el autor y profesor Joel Koktin en la revista Forbes.

Prueba del temor que suscita el rápido aumento de la presión en la caldera social, de la lucha de clases que obliga a reformular el “contrato social” o conduce a la revolución social, es la “petición” que en el momento de escribir este artículo “16 ricos franceses” – según el diario Le Figaro – han hecho circular para que se instaure una “contribución excepcional que afecte a los más favorecidos”.

Multimillonarios como Liliane Bettencourt (cosméticos L’Oreal), Frédéric Oudéa (banco Société Générale), Christophe de Margerie (petrolera Total), Jean-Cyril Spinetta (presidente de Air France), entre otros, dicen querer participar en el “esfuerzo nacional” (el programa de austeridad del gobierno del presidente Nicolás Sarkozy) para reducir el déficit presupuestario y poder así mantener el “modelo francés y () un ámbito europeo a los cuales estamos integrados y que deseamos contribuir a preservar”.

¿La contribución que proponen estos ricos? Esta deberá ser “calculada en las proporciones razonables, con el interés de evitar los efectos económicos indeseables, como las fugas de capitales o el aumento de la evasión fiscal”. ¿Y en qué consiste esa contribución? En un impuesto excepcional de uno a dos por ciento.
O sea un rasguñito a las riquezas que esos ricos acumularon exclusivamente en el 2010, cuando – según la revista Challenges - la fortuna total de los 500 más grandes patrimonios profesionales franceses aumentó 25 por ciento () pasando de 194 a 241 mil millones de euros”, o sea un aumento de 47 mil millones de euros en un solo año.

Los multimillonarios franceses hacen como que quieren que se accione la válvula de seguridad para liberar un poquito de la acumulada presión de la caldera social. Este tipo de simulacro de contribución tributaria por parte de los multimillonarios, que probablemente será copiada en otros países, es una burda maniobra fraguada con los gobiernos que quieren aplicar a fondo los plantes de austeridad para desviar la creciente furia popular dirigida a esa oligarquía dominante y a los políticos que ha comprado.
Y ni siquiera tiene, en el caso de los multimillonarios franceses, la franqueza de la iniciativa de Warren Buffett, el riquísimo inversor estadounidense que hace meses y sin tapujos reconoció que existe una guerra de clases, bien entendido, pero es mi clase, la clase de los ricos, que está librando esa guerra, y la estamos ganando. Al menos Buffett tuvo también la sinceridad de asumir que frente a las temibles consecuencias que para el actual sistema representa el despertar de una conciencia de clase en los pueblos de Estados Unidos y Europa, hay que aplicar impuestos sobre las fortunas.

La presión aumenta en la caldera social…

Esta guerra de clases que los increíblemente ricos lanzaron contra más del 90 por ciento de la población en “los países desarrollados que han emprendido el camino hacia el subdesarrollo”, al decir de varios críticos sociales y economistas, se ha vuelto tema constante de opiniones y análisis en las revistas, diarios y portales Internet dedicados a las finanzas y la economía.

En un artículo titulado “Tax the super-rich or riots will rage in 2012” el analista estadounidense Paul B. Farrel, de marketwatch.com, afirma que hay que imponer ahora mismo un tributo fiscal a los “súper-ricos”, antes “que el 99 por ciento (de la población estadounidense) se levante y comience una nueva revolución, otro colapso, una nueva Gran Depresión”.
Y apoyándose en opiniones y datos de comentaristas, economistas, inversionistas y medios financieros, Farrel enumera “seis razones por las cuales no podremos frenar el colapso económico que se viene”: 1) la bomba de tiempo global del alto desempleo ha sido activada; 2) las reducciones de impuestos para los ricos han acrecentado el desempleo de los jóvenes; 3) los ricos siguen enriqueciéndose con la inflación en las materias primas, y los pobres se enfurecen cada vez más; 4) los súper-ricos están cegados por su adicción a la codicia;5) los políticos se han vuelto corruptos por esta adicción de los súper-ricos a la codicia; y 6), porque pronto los revolucionarios se enfurecerán y entonces dominarán el Tercer Mundo estadounidense, es decir el 90 por ciento de la población que vio convertirse en pesadilla el “American Dream”.

Y el sistema sigue echando leña al fuego

No hay creación de empleos y hay mas despidos porque las economías de los países más ricos de Occidente se encuentran amenazadas por un estancamiento “a la japonesa”, o sea persistente y prolongado. Y porque los mercados globales de crédito están preparándose para la deflación y hasta quizás la depresión, como resume Ambrose Evans-Pritchard - editor de la sección de negocios internacionales del diario británico The Telegraph -, al analizar los datos de la economía real en Estados Unidos y Europa. Otros economistas, entre ellos Stephen Roach de Morgan Stanley, alertan sobre el peligro de una recaída en la recesión, mientras destacan los riesgos que representan la situación de los mercados de obligaciones en la Unión Europea y su impacto sobre la insolvencia que planea sobre bancos europeos – que en los últimos días sufrieron fuertes caídas en las plazas bursátiles -, y el riesgo de una crisis sistémica por el colapso del crédito interbancario. Pritchard cita a Lars Frisell, del banco sueco Riksbanck, para quien “no se necesita mucho para que colapse” – como en el 2008 - el mercado europeo del crédito interbancario, o sea los préstamos que los bancos contratan entre sí para mantener la liquidez necesaria a las operaciones cotidianas.

En lo que va del año, según la agencia Bloomberg, los bancos británicos han eliminado unos 50 mil empleos y los de la zona euro cerca de 20 mil, al tiempo que registraron bajas en los ingresos, con caídas espectaculares en la capitalización bursátil de algunos de ellos, y todo esto en un contexto de bajas en las previsiones de crecimiento económico para la zona euro.

Texto completo en: http://alainet.org/active/48898
- Alberto Rabilotta es periodista argentino.

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