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Reportaje a la lucha contra el ducto de Celco: “No es que la tierra sea nuestra. Es que nosotros somos de la tierra"

 

Los Mapuches vuelven a organizarse contra una agresión a sus fuentes de ingreso pero también a lo que les es consustancial en su cosmovisión, la Madre Tierra. Ahora se trata de una fábrica de celulosa en el sur del país la que, para aumentar sus beneficios, va a instalar una cañería para los residuos que contaminaría su principal fuente de sustento: el mar.
Mehuin significa “Mal Olor” en mapudungun, la lengua de los mapuches. Casi como un presagio, fue bautizado con este nombre el pueblo donde se asentaron los lafkenches (mapuche de la costa) que hoy, después de décadas viviendo en la zona, se enfrentan en una lucha contra la cañería que pretende instalar Celco, de la Celulosa Arauco, el que contaminaría su principal fuente de trabajo y sustento: el mar.

María hila la lana de oveja mientras relata cómo crió a sus 5 hijos. Su casa, ubicada en el borde de la colina de villa Nahuel, reúne a toda la familia en torno a la cocina a leña, el lugar más cálido y utilizado por los nehuelpan. Javier y Rosita, los únicos que aun viven con sus padres, han participado activamente en la defensa de la caleta de Mehuin. Dicen que no se trata sólo de un problema de la pesca artesanal, sino que atenta directamente a su identidad mapuche. Una identidad que ha sido negada, perseguida y hostigada por el Estado chileno.
Desde la Región de Los Ríos, en el sur de Chile, esta comunidad mapuche ha comenzado desde los últimos 10 años a rearticularse y rescatar su cultura, como el gran bastión de su lucha contra el winka, el nuevo colonizador que cambió la bandera de España por la chilena. Ahí, en medio de araucarias y animales, la gente de la tierra, como bien describe el significado de su nombre, no concibe imaginar otra nueva intervención, en la que el daño al medioambiente y a los recursos naturales será irreversible.

Y es que desde que la empresa de celulosa Arauco, ubicada a unos 40 kilómetros de Mehuín, anunció que instalaría una cañería de 36,9 kilómetros desde sus instalaciones hasta la caleta de pescadores, comenzó una lucha que está lejos de acabar. El mar está expuesto a recibir las descargas, mediante difusores, los residuos de la celulosa, a una profundidad de 18 metros, lo que contaminaría directamente esa zona del Pacífico y sus productos naturales, fuente de trabajo de pescadores artesanales.

El proyecto fue ingresado al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, como una Declaración de Impacto Ambiental (DIA), y pretende aumentar en un 20% la producción de esta planta industrial que descarga en el río Cruces. La Dirección General de Aguas expresó que este proyecto no cumple con la normativa ambiental y que no es posible concluir que no afectará la calidad de las aguas. Por otra parte la Dirección Regional de Vialidad reiteró que no es posible evaluar el proyecto con los antecedentes que ha entregado la empresa.
Viviano, el padre de los Nahuelpan, cuenta con nostalgia cómo se instalaron los primeros lafkenches es la caleta. “Nosotros llegamos a esta zona para vivir de la pesca y el campo. Años después llegaron los primeros winkas, todos pescadores artesanales que se instalaron en busca de nueva pesca. Nosotros los recibimos bien y compartimos con ellos nuestras tierras y nuestra costa”, dice con pesar.

Aunque los primeros rumores sobre la construcción del ducto comenzaron en 1996, fue 10 años después cuando la comunidad se dividió entre pescadores e indígenas, entre quienes aún rechazan el proyecto y quienes aceptaron dinero a cambio de su aprobación.
“Aquí hay dos problemas: uno es con celulosa Arauco y el otro, con los pescadores artesanales, porque nosotros tenemos la doble condición de ser pescadores y además, mapuche. Para nosotros no se trata solo de un asunto de perder nuestro trabajo, sino que también se trata de atentar contra lo más sagrado para nuestra cultura: la Mapu Ñuke (la Madre Tierra)”, dice Javier. Él, junto a su hermana Rosita, ha sido uno de los jóvenes más comprometidos con la defensa del mar, por lo que ha sufrido el acoso y las amenazas de quienes apoyan a la celulosa o de gente pagada especialmente para amedrentarlos. “Para la mayoría de los pescadores artesanales esto es solo un tema de dinero. Si les pagan, ellos toman sus cosas y se van a otra ciudad a trabajar, así de simple. Nosotros no estamos dispuestos a dejar este lugar ni por dinero ni por nada. No es que la tierra sea nuestra. Nosotros somos de la tierra”, afirma con seguridad Javier.

La comunidad mapuche se niega a negociar con la celulosa bajo cualquier circunstancia. Aseguran que el proyecto, aprobado el 24 de febrero de 2010 por la Comisión Regional de Medio Ambiente (Corema), no cuenta con rigurosidad científica en los estudios de impacto ambiental realizados en la caleta. Su escepticismo radica en que los estudios entregados ese año no fueron realizados por científicos ni expertos, ya que la zona se encontraba en conflicto y ninguna persona ajena al lugar logró entrar para realizar las pesquisas correspondientes. Además, Celco ya cuenta con antecedentes de infringir normas ambientales: el año 2004 protagonizó un escándalo tras desaguar sus residuos en el río Cruces, contaminando las aguas y matando a los cisnes de cuello negro que habitaban en el Santuario de la Naturaleza Carlos Anwandter.
Cultura de la resistencia

La casa de los Nehuelpan se encuentra al final del camino de tierra de la Villa Nehuel. Ahí todas las generaciones descienden de una misma familia y preparan en conjunto la chicha de manzana (bebida tradicional del sur de Chile obtenida de la fermentación de diversas frutas). Pescan, venden mermeladas de frutos locales y participan activamente en la Semana de Mehuín, cuya instancia aprovecha para difundir sus tradiciones.

Javier y Rosita se han propuesto recuperar cada historia que aún guarda la tradición oral, reconocerse como mapuche, traspasar a sus hijos y sobrinos costumbres, visiones y, sobre todo, defender su comunidad como parte integral de su lucha. Ahí mismo, en medio del camino construyeron hace unos pocos meses una ruka: vivienda circular, cuyas paredes se hacen de tablas o varas de colihue. Preocupadospor cada detalle, han cubierto el techo de paja e instalado la entrada hacia el este, tal como indica la tradición, pues es allí donde aparece el sol, denominado Pwelmapu, o tierra del este, lo que para la cosmovisión mapuche es de absoluta relevancia espiritual. Pretenden habilitarla dentro de poco como centro de reuniones de la comunidad, para desarrollar actividades culturales, clases de su idioma nativo o preparar el pescado humeado que luego saldrán a vender. Los Nahuelpan darán su lucha por la tradición, a veces confundida y mezclada con la chilena, pues así es como los educan en la escuela pública o en las innumerables iglesias que continúan evangelizando en la zona. Todos concuerdan en que esta es la única alternativa para resistir ante la negación de su historia y de su presente, ante la mirada ajena e indiferente del extranjero que se instaló en los alrededores para explotar y acabar con lo más sagrado de este pueblo, cuya resistencia ha plantado raíces en lo más profundo de su tierra.

Por Yasna Mussa
Fuente: www.periodismohumano.com

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