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Por qué Velasco elude las causas de la desigualdad

 

Algunos temas cruciales quedan excluidos de su libro y son determinantes para la distribución y redistribución del ingreso. ¿De dónde surgirán las industrias y servicios en los cuales se incorpore esta fuerza laboral adicional? ¿Cómo incrementar la productividad de nuestra economía para que de la mano de un mercado laboral más justo se traduzca en mayores niveles de bienestar para los trabajadores?

Con gran despliegue previo en los medios de comunicación, el ex ministro Andrés Velasco ha publicado con Cristóbal Huneeus el libro “Contra la desigualdad, el empleo es la clave”, esfuerzo importante por aportar al debate.

La tesis central afirma que la falta de empleo “es la causa central de la gran desigualdad que aqueja a Chile” (p. 17). Considera además que 15 medidas podrían constituir la clave para que los hogares más pobres pudieran tener las mismas oportunidades de acceso empleo de que goza la clase media (p. 56) y para que se reduzca la desigualdad: la diferencia entre los ingresos entre los hogares más ricos y los más pobres caería de 78,5 veces a 36,8 y el Índice Gini, que mide la desigualdad, pasaría de 58,4 a 54,2 (p. 57). Esta alta eficacia contrastaría, según los autores, con la ineficacia relativa de otras políticas cuyo impacto buscan dimensionar, tales como la lucha por elevar el salario mínimo o la eliminación del 7% de la cotización de salud al 60% más pobre de los pensionados.

Varias de las quince medidas seleccionadas son muy sabidas desde hace largo tiempo:  reducir los costos de formar nuevas empresas, ampliar el subsidio al empleo joven, perfeccionar el seguro de cesantía, crear un sistema nacional de información de oportunidades de empleo, reformar el sistema nacional de capacitación y duplicar el aporte público para una política activa proempleo. Por su carácter, resulta dudoso con ellas poder “incrementar el empleo para más de tres y medio millones de personas que por edad y por salud podrían trabajar y no tienen trabajo”.

Un segundo grupo de propuestas incluye “mejorar la integración social de nuestras ciudades” y “retomar la política de polos productivos”. Son estos objetivos -particularmente el segundo-, que diversos sectores buscaron impulsar en los diversos gobiernos de la Concertación, pero chocaron con la oposición de quienes las consideraban impropias al afectar el libre movimiento de los mercados. Es valorable este cambio de óptica de Andrés Velasco. Pero las baterías de políticas relacionadas, sin embargo, solo pueden tener un efecto sustantivo sobre el empleo tras varios años, aspecto sobre el cual no advierten los autores.

Finalmente, el tercer grupo de propuestas incluye la flexibilización de horarios, turnos y jornadas y el fortalecimiento de la capacidad de negociación de los sindicatos  mediante la creación de una Escuela de Formación Sindical” que prepare a sus dirigentes. Sin el fortalecimiento de la protección laboral, la primera medida  resultará a todas luces inaceptable para el movimiento sindical.

Pero, a nuestro juicio, lo más problemático son algunos temas cruciales que quedan excluidos del análisis, y que son determinantes para la distribución y redistribución del ingreso. La distribución del ingreso se juega básicamente en dos planos: en primer lugar, la distribución primaria o funcional del ingreso depende de cómo se distribuye el ingreso entre trabajadores y empleadores, en segundo lugar, del efecto redistributivo neto de los ingresos y de los gastos públicos y de los sistemas de protección social.

En relación con el primer plano, de no fortalecerse la organización sindical y la negociación colectiva que contribuyen a emparejar la cancha, no será posible avanzar decididamente hacia una mejor distribución del ingreso. Esto deriva de que la desigualdad es “explicada” por los altos ingresos del segmento más rico de la población y por la concentración de los frutos del desarrollo y de las elevaciones de la productividad en unas pocas manos. Luego, si se aspira a reducir la desigualdad hay que actuar en el campo de las remuneraciones y, en el caso de nuestro país, aumentar, además, drásticamente la carga tributaria de grupos que tienen una bajísima presión tributaria, mediante reformas de los impuestos directos. Ello se silencia en el análisis.

Por otra parte, aumentar la tasa de participación laboral en los niveles que indican los autores como indispensables para reducir la desigualdad, es una tarea de tal magnitud, que sobrepasa con creces las medidas planteadas.
La tasa de participación laboral femenina de nuestro país es de las más bajas de la región. En ello inciden fuertemente el machismo y valores culturales conservadores cuya superación toma también tiempo. Desde el punto de vista de la oferta de trabajo, para que más mujeres pobres y de hogares vulnerables se incorporen de manera exitosa al mercado laboral es crucial encarar la provisión social de cuidado para niños y personas adultas mayores frágiles y dependientes En este sentido, Velasco tiene razón cuando señala que es clave acelerar la cobertura de la educación preescolar. Pero la experiencia internacional ha dejado en evidencia que esto no basta: la calidad del servicio es fundamental para promover cambios importantes. Esto requiere una elevación sustantiva del financiamiento público disponible, y supone un cambio en la educación superior y en otros niveles educativos para formar recursos humanos idóneos.

También desde el lado de la oferta de trabajo, es fundamental encarar la baja calificación de las personas más pobres. No enfrentamos un problema significativo de cobertura educativa en primaria y secundaria; el problema radica en la calidad de la educación y de la formación técnica. La reforma del sistema de capacitación es crucial. Los avances han sido pocos y lentos en este ámbito, y también lo fueron durante el gobierno de Bachelet.

Desde el punto de vista de la demanda de trabajo, los problemas son tan difíciles de superar como los de la oferta. ¿De dónde surgirán las industrias y servicios en los cuales se incorpore esta fuerza laboral adicional? ¿Cómo incrementar la productividad de nuestra economía para que de la mano de un mercado laboral más justo se traduzca en mayores niveles de bienestar para los trabajadores?  Las carencias en investigación y desarrollo, atentan contra una demanda de una mano de obra más sofisticada y contra una mejor inserción de nuestro país en el mundo globalizado y contra mayores niveles de bienestar de los trabajadores.  Políticas orientadas por “más de los mismo” no van a lograr incrementar la demanda de trabajadores más allá del crecimiento vegetativo actual (si es que la crisis internacional lo permite) ni a modificar el perfil de esta demanda que sea promisorio para estrechar las brechas sociales. Las Pymes son cruciales para aumentar la demanda de trabajo y ello no ocurre pues enfrentan bajos niveles de demanda por sus productos, por la estructura extremadamente concentrada de la economía.

En suma, para que el empleo sea una clave para estrechar la desigualdad se requiere transformaciones de tal magnitud que aluden a problemas que no se encararon enérgicamente cuando dirigía el equipo económico del gobierno de Bachelet y que no se tratan cabalmente en este libro. Si nuestro modelo de crecimiento privilegia el sector de recursos naturales altamente intensivos en bienes de capital, si la actividad productiva se subordina a la financiera y si no existen incentivos adecuados para impulsar un modelo económico basado en la aplicación de conocimiento e intensivo en capital humano, la propuesta de empleo puede revelarse como un espejismo. Sendos giros en las direcciones recién esbozadas requieren recursos públicos sustantivamente mayores, voluntad política y nuevas constelaciones sociales que abonen al estrechamiento de las desigualdades.

Fuente El Mostrador, por EUGENIO RIVERA

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